✍️Este artículo fue escrito por Alirio Cáceres Aguirre, Diácono Permanente; Ecoteólogo; Animador Laudato Si´.
“(…)Ella era una chica plástica de esas que veo por ahí, (…) Él era un muchacho plástico de esos que veo por ahí”, así reza una canción de Rubén Blades, quien hace muchos años vio más allá de lo evidente. No sólo hay preocupación por la cantidad exorbitante de plástico que han convertido nuestra casa común, y especialmente los océanos, en un inmenso basurero, sino por la contaminación que ahoga la interioridad humana.
El Papa Francisco nos recordaba “que no hay cambios duraderos sin cambios culturales, sin una maduración en la forma de vida y en las convicciones de las sociedades, y no hay cambios culturales sin cambios en las personas” (LD, 70).
Podría interesarte: ¿Por qué los católicos se preocupan por el cambio climático?
La celebración del Día Internacional del Ambiente, así como otras efemérides ambientales se convierten en “aerópagos” para anunciar la Buena Nueva del Amor de la Santísima Trinidad. Los más recientes avances de la Doctrina Social de la Iglesia invitan a una “metanoia” basada en la ecología integral planteada por la encíclica Laudato Si´. Ello implica un acercamiento desde las diversas ciencias y saberes para precisar el aporte que podemos brindar desde el cristianismo católico, apostólico y romano, hoy en día marcado por la sinodalidad y diálogo social en procura de la Paz con Dios Creador y la Paz con toda su Creación.
La ciencia alerta sobre la gravedad de la situación ambiental actual. Los nueve límites planetarios que el Centro de Resiliencia ha alertado desde Estocolmo son un marco referencial que contribuye a dimensionar la emergencia. El crecimiento infinito no es posible en un espacio finito. Por eso, frente a los tres pilares de la crisis: somos muchos, impactamos mucho y consumimos mucho, nuestra respuesta se centra en un estilo de vida sencillo, sobrio, sostenible con un consumo responsable; y la tarea de los científicos y tecnólogos de encontrar soluciones basadas en la naturaleza y la productos amigables con el ambiente y la gente, para que se distribuyan los bienes de la Creación en forma justa y equitativa en una perspectiva de eucaristía cósmica.
“Es bueno que la gente se dé cuenta de que comprar es siempre un acto moral –y no simplemente económico”.
Benedicto XVI, Encíclica Caritas in Veritate (2009).
En este sentido, la contaminación por plásticos, cuestiona la patología consumista de nuestras sociedades y reta a replantear el ciclo de vida de los monómeros y polímeros que han prestado un servicio en muchas áreas de la civilización, pero qué, paradójicamente, están enfermando al planeta y a quienes lo habitamos. Los microplásticos ya hacen parte de nuestra dieta cotidiana, incluso desde el vientre materno, y son factores de morbilidad y mortalidad. Nos parecemos a Ícaro pues, lo que nos ha hecho volar, también es causa de nuestra muerte. Urge un giro, una conversión, un retorno a lo que realmente genera vida abundante y sustentable.
Así que el gran desafío es proceder hacia un desarrollo integral y sostenible que nos conduzca al Buen Vivir. En la coherencia cotidiana, las comunidades cristianas tendremos que impulsar una economía circular, social y solidaria que proteja las estructuras y dinámicas de los ecosistemas. La frase atribuida a San Francisco de Asís y respaldada por la espiritualidad budista es una guía para ir en contracorriente de la cultura consumista: “Deseo poco en la vida y lo poco que deseo, lo deseo poco”.
Es necesario hacer eco al llamado a la acción que el Papa Francisco planteó en Laudate Deum desde argumentos científicos, éticos, políticos y espirituales. La COP30 debe ser histórica, con medidas vinculantes y monitoreables, con el respaldo de un compromiso colectivo para abordar la emergencia climática.
Para ello, requerimos una “sinodalidad ecológica” (y una “ecología sinodal”) con un enfoque integral e integrador para cuidar la creación. La Plataforma de Acción Laudato Si’ es una gran herramienta para vivir comunitariamente la ecología integral y nutrir la espiritualidad trinitaria.
Como Iglesia en salida, es fundamental aprender a dialogar con otras denominaciones cristianas, otros credos y espiritualidades, otros saberes y cosmovisiones para cuidar cada “porciúncula” de nuestro hogar común: “La mayor parte de los habitantes del planeta se declaran creyentes, y esto debería provocar a las religiones a entrar en un diálogo entre ellas orientado al cuidado de la naturaleza, a la defensa de los pobres, a la construcción de redes de respeto y de fraternidad” (LS 201).
En síntesis, en el marco del conversatorio “Acabemos con la contaminación por plásticos”, organizado por el Movimiento Laudato Si´ – capítulo Costa Rica, el pasado 5 de junio “desplastificar” las aguas y “desplastificar” nuestro sentido de vida, es un camino para evangelizar, y hoy por hoy, no es posible anunciar el Evangelio de la Vida sin “laudatosificar” (dosis de alabanza en todo momento y todo lugar), “fratellituttizar” (restaurar los lazos de hermandad) y “amazonizar” (articular un sabio estilo de vida al sueño eclesial, social, cultural y ecológico de cada cuenca hidrográfica).
Seamos artífices de Paz y Bien como apasionados discípulos misioneros del Evangelio viviente, creativos peregrinos de la esperanza, amorosos custodios de la Creación.