En la transición hacia energías más limpias, los e-combustibles están ganando visibilidad como alternativa para sectores donde electrificar es difícil. A la vez, los biocombustibles se mantienen como la opción renovable más desarrollada y con mayor respaldo político a nivel global.
Pero, ¿qué son exactamente cada uno de ellos?
E-combustibles: ¿los combustibles del futuro?
“Los e-combustibles son potenciales combustibles futuros basados en carbono producidos a partir de dióxido de carbono (CO2) y agua utilizando electricidad como fuente primaria de energía“, define un artículo publicado en Renewable & Sustainable Energy Reviews en 2018.
Su objetivo es “cerrar” el ciclo del carbono: capturar CO₂, transformarlo mediante energía renovable y emitirlo nuevamente al usar el combustible. En teoría, esto permitiría un balance neutro de emisiones, aunque la tecnología aún no alcanzó la madurez necesaria para hacerlo a gran escala.
No obstante, según el análisis de 2018, las estimaciones de costos actuales para producir e-combustibles varían enormemente debido a diferencias en la madurez tecnológica y los costos asumidos en cada estudio. Estos valores están por encima del costo de producir biocombustibles. El precio de la electricidad y el costo del electrolizador son los factores más determinantes del costo final, por encima incluso del tipo de combustible sintético que se busque producir.
Biocombustibles: la alternativa ya instalada
Mientras los e-combustibles siguen en etapas iniciales, los biocombustibles ya son la columna vertebral del crecimiento de los combustibles renovables. De acuerdo con la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), estos combustibles, en sus formas líquidas, gaseosas y sólidas, explicarán el 95% del aumento de los combustibles renovables hasta 2030. Para ese año, podrían cubrir el 5,5% del consumo energético de la industria, el transporte y los edificios.
El crecimiento se concentrará en China, Brasil, Europa, India y Estados Unidos, países y regiones con políticas de apoyo específicas. Hoy existen más de 60 países con regulaciones para biocombustibles líquidos, mientras que solo la Unión Europea y el Reino Unido cuentan con requisitos formales para e-combustibles, señala la IEA.
Biocombustibles y e-combustibles: complementarios, no excluyentes
Biocombustibles y e-combustibles no compiten necesariamente por un mismo espacio. Los primeros ya se integran a vehículos, industrias y calderas sin grandes cambios tecnológicos. Los segundos, en cambio, apuntan a sectores donde la electrificación es compleja, como aviación, transporte marítimo o maquinaria pesada.
Otra ventaja potencial de los e-combustibles es que permiten almacenar excedentes de energías renovables o convertirlos en moléculas exportables, algo especialmente útil para países con alta generación renovable.
Para que los e-combustibles se vuelvan competitivos se requiere reducir costos, mejorar la eficiencia de los electrolizadores y contar con electricidad renovable abundante y barata, apunta el artículo científico. También influirán las políticas que definan precios, incentivos y condiciones para invertir.
En definitiva, la transición energética no tendrá una única solución. Biocombustibles y e-combustibles ocuparán roles distintos, pero complementarios, en un sistema que necesita múltiples herramientas para reducir emisiones de forma sostenida.
