La Fundación Rockefeller desembarca formalmente en América Latina y el Caribe con una oficina regional en Bogotá que abrirá en diciembre. La decisión no es menor: se trata de uno de los actores filantrópicos globales más influyentes en clima, salud y desarrollo, que ahora redobla su presencia en una región clave para el futuro del planeta.
“Latinoamérica y el Caribe albergan el 50% de la biodiversidad del mundo y enfrentan enormes desigualdades sociales. Si queremos construir un mundo más equitativo y resiliente, tenemos que estar acá”, aseguró a EcoNews Elizabeth Yee, Executive Vice President of Programs de la Fundación Rockefeller, durante una conversación en el marco de la COP30 en Belém.
Una estrategia climática guiada por las personas
La Fundación Rockefeller es una institución centenaria cuyo mandato original —mejorar el bienestar de la humanidad— sigue modelando su estrategia actual. Para Yee, esto implica que la acción climática no puede reducirse a objetivos técnicos ni solo a mitigación o adaptación.
“El clima no es solo reducir emisiones: es desarrollo. Es garantizar que las personas puedan prosperar, sin importar las condiciones”, afirma.
Ese enfoque se traduce en tres líneas de trabajo:
- Conectar actores (gobiernos, filantropías, ciudades, comunidades).
- Invertir y co-crear soluciones con otros socios globales y locales.
- Escuchar a las comunidades para entender qué impacto quieren ver y cómo acompañarlo.
La llegada de la nueva directora regional, Lyanna Lator, buscará profundizar esa visión.
Innovación para transformar sistemas — empezando por la alimentación
Yee sostiene que “la innovación no siempre es un nuevo dispositivo: es una nueva forma de hacer las cosas”. En esa lógica, uno de los proyectos más ambiciosos de la Fundación en la región es la regeneración de los programas de alimentación escolar.
¿Por qué?
- Cientos de millones de niños dependen de esas comidas.
- Representan entre el 60% y el 70% del presupuesto público de compra de alimentos.
- El sistema alimentario global genera entre un cuarto y un tercio de las emisiones.
“Las comidas escolares pueden ser una palanca enorme para cambiar la forma en que producimos, compramos y servimos alimentos. No es solo el plato del día: es una oportunidad para mejorar la nutrición de los niños, apoyar a los agricultores y avanzar hacia un sistema alimentario más sostenible y resiliente.”
Calor extremo: una nueva frontera del riesgo climático
La Fundación Rockefeller también trabaja sobre uno de los impactos climáticos más urgentes y menos visibles: el calor extremo.
Junto a C40 y ClimateWorks, lanzaron el Cool Cities Accelerator, que ya trabaja con 33 ciudades del mundo —incluidas varias latinoamericanas— para proteger a más de 150 millones de personas.
Los números son contundentes:
- El calor extremo ya eliminó 600.000 millones de horas de trabajo en un año.
- Provoca pérdidas económicas superiores al billón de dólares globales.
- En las ciudades, la temperatura puede ser hasta 22°C más alta por efecto de isla de calor urbana.
La iniciativa apoya a los gobiernos locales en cambios de zonificación, infraestructura verde, materiales urbanos frescos y políticas para mitigar riesgos.
“Los alcaldes están en la primera línea. Nuestro rol es ayudarlos con soluciones, financiamiento catalítico y alianzas que aceleren la acción.”
Belém como punto de inflexión: “En esta COP hay hambre de acción”
Para Yee, esta COP30 tiene un tono distinto:
“Lo que veo en los pasillos es compromiso real con la acción. La gente se pregunta qué está aprendiendo, cómo puede moverse más rápido, qué alianzas necesita.”
Destacó particularmente el protagonismo de la sociobioeconomía amazónica, un concepto que —según afirma— está dejando de ser un lema aspiracional para convertirse en una agenda concreta.
“Brasil está liderando una conversación indispensable: cómo integrar naturaleza y clima en todas las decisiones. La región tiene la capacidad, el talento y la creatividad para construir una nueva economía.”
Una presencia con mirada de largo plazo
La Fundación Rockefeller planea que su llegada a América Latina y el Caribe marque una etapa de trabajo sostenido:
- Transformación alimentaria
- Transiciones energéticas justas
- Salud y resiliencia
- Acción urbana frente al calor extremo
- Nuevas estructuras de financiamiento catalítico
“Nuestro rol no es solo donar: es usar nuestro capital para destrabar riesgos, crear estructuras nuevas, catalizar alianzas y aprender de la región para que ese conocimiento circule en el mundo”, enfatiza Yee.
Con una oficina en Bogotá, una agenda centrada en las personas y una apuesta fuerte por la innovación —desde IA equitativa hasta sistemas alimentarios regenerativos—, la Fundación Rockefeller busca consolidarse como un socio estratégico en el desafío climático latinoamericano.
