Bogotá, Colombia. El próximo 22 de agosto, la capital colombiana será sede de la 5ª Cumbre Presidencial de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA), un encuentro que podría marcar un antes y un después en la defensa de la selva tropical más grande del planeta. Los mandatarios de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela —países signatarios del Tratado de Cooperación Amazónica— llegarán a la cita con el desafío de aprobar una declaración conjunta que sirva de hoja de ruta hacia la COP30, que en noviembre tendrá lugar en Belém, Brasil.
Aunque la Cumbre no es un espacio formal de negociación climática, sí es una plataforma clave para que el bloque presente una postura firme frente a la crisis climática global. La pregunta que sobrevuela Bogotá es si los gobiernos se atreverán a dar el paso histórico de declarar la Amazonía como una zona libre de combustibles fósiles.
Un reto que va más allá de frenar la deforestación
Proteger la Amazonía y a sus más de 40 millones de habitantes implica mucho más que detener la tala ilegal. Entre 2012 y 2020, las áreas dedicadas a la extracción de petróleo, gas y carbón en la región aumentaron un 13%, y hoy la exploración se extiende en ocho de los nueve países que albergan la selva. La quema de combustibles fósiles es responsable de cerca del 80% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Sin una política transnacional para abandonarlos, advierten expertos, la Amazonía seguirá bajo amenaza incluso si se logra frenar la deforestación.
La última Cumbre, celebrada en 2023 en Belém, dejó sabor a poco: no se logró el compromiso de detener la exploración petrolera, propuesta por el presidente colombiano Gustavo Petro, ni se alcanzó un acuerdo regional para lograr deforestación cero al 2030, como pedía Luiz Inácio Lula da Silva.
Expectativas y tensiones previas
Los ministros de los países miembros se reunirán los días 20 y 21 de agosto para afinar el borrador de la declaración presidencial. Sin embargo, persisten resistencias internas. Brasil, por ejemplo, ha priorizado sus planes para explorar la Margen Ecuatorial en la costa amazónica, mientras Guyana y Surinam han intensificado las licitaciones de nuevos bloques de exploración marina.
La sociedad civil demanda un giro radical. Más de 80 organizaciones han pedido que la Amazonía sea declarada territorio libre de fósiles, que se detengan de inmediato nuevas concesiones y que se lancen planes de transición hacia energías renovables, con participación activa de pueblos indígenas y comunidades locales.
Lo que está en juego
Los datos son claros. Para evitar el punto de no retorno de la Amazonía —umbral a partir del cual la selva podría degradarse irreversiblemente— debe conservarse al menos el 75-80% del bioma; hoy solo queda intacto el 74%. La expansión petrolera ya amenaza 441 territorios ancestrales y 61 áreas protegidas, y ha dejado un historial de derrames: más de 1.500 en Ecuador (2012-2022) y más de 500 en Perú (1997-2021).
Además, la Agencia Internacional de Energía proyecta que la demanda global de petróleo comenzará a caer a partir de 2030, lo que hace inviable seguir explorando nuevas áreas. En cambio, sostienen especialistas, es momento de redirigir subsidios fósiles hacia un desarrollo basado en energías limpias y sostenibles.
Voces desde la región
Para Ignacio Arróniz Velasco, de Earth Insight, “la expansión de la exploración fósil en la Amazonía es una amenaza clara para las personas, la naturaleza y el clima. Los países de la OTCA pueden liderar el cambio si eliminan permanentemente los bloques no asignados y apuestan por su riqueza natural y humana”.
Maritza Florián, de Transforma, subraya que “la sociedad civil latinoamericana exige que los gobiernos declaren esta región como zona libre de fósiles y extractivismos, y detengan de inmediato toda nueva concesión, exploración y explotación de petróleo y gas, garantizando al mismo tiempo los derechos de los pueblos indígenas”.
Desde Stand.earth, Gisela Hurtado advierte: “No se puede hablar de transición energética justa mientras la frontera petrolera siga avanzando sobre territorios indígenas, que son también los más biodiversos y mejor conservados de la Amazonía”.
Sila Mesquita Apurinã, coordinadora de la Red de Trabajo Amazónico, lo resume así: “Siempre que haya selva en pie y memoria viva, los pueblos y comunidades tradicionales seguirán resistiendo, no solo contra los combustibles fósiles, sino contra todo sistema que amenace la tierra, el agua y el futuro”.
Ilan Zugman, de 350.org, ve en esta Cumbre “una oportunidad histórica para enviar una señal clara y valiente a la COP30: la Amazonía no puede ser una zona de sacrificio”.
Laura Verónica Muñoz, del Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles, destaca que “declarar la Amazonía libre de combustibles fósiles sería un acto de justicia territorial y un precedente global”.
Augusto Duran, del MOCICC, insiste en que el encuentro debe concluir “con mecanismos de financiamiento para reparar territorios impactados y financiar alternativas económicas desde los pueblos indígenas, además de una moratoria total a nuevas concesiones”.
Jammer Manihuari Curitima, vicecoordinador de la COICA, es tajante: “La Amazonía es territorio de vida para los pueblos indígenas y un pilar para la supervivencia de toda la humanidad. Es hora de elegir la vida”.
La propuesta sobre la mesa
Organizaciones y líderes proponen una hoja de ruta clara para la transición energética regional:
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Fijar una fecha para terminar la producción de combustibles fósiles en el bioma.
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Detener nuevas licitaciones de bloques para petróleo y gas, tanto en tierra como en costa.
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Eliminar subsidios a la industria fósil y redirigirlos hacia energías renovables descentralizadas.
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Planificar el cierre y restauración de áreas explotadas, con participación comunitaria.
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Implementar compensaciones para poblaciones afectadas históricamente.
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Presionar a bancos e instituciones financieras para que dejen de invertir en proyectos fósiles en la Amazonía.
La Cumbre de Bogotá se produce en un momento crítico: con el planeta registrando récords de temperatura y bajo la amenaza del avance de regímenes autoritarios que debilitan el multilateralismo. Una declaración conjunta que priorice la eliminación progresiva de los combustibles fósiles en la Amazonía sería un mensaje contundente desde el Sur Global hacia la COP30 y una contribución real para frenar la crisis climática.