Terminó la COP30, la cumbre climática más importante del mundo, donde casi 200 países se sientan cada año a negociar cómo enfrentar el mayor desafío del siglo: el cambio climático. Esta vez, la sede fue Belém do Pará, en plena Amazonía brasileña, un escenario que permitió algo inédito: la presencia masiva de pueblos indígenas y comunidades tradicionales, que por primera vez pudieron poner sus demandas directamente frente a los negociadores.
La COP en el corazón del Amazonas prometía una narrativa distinta. Y la tuvo. Aunque no necesariamente por las razones esperadas.
Un evento histórico… y caótico
Esta COP tuvo un nivel de surrealismo pocas veces visto:
- incendios dentro del predio,
- filtraciones de agua,
- un calor sofocante que obligó a evacuar salas,
- y una manifestación masiva que llegó tan cerca del recinto que por momentos puso en duda la continuidad de las negociaciones.
Pero el verdadero fuego vino de los micrófonos.
En medio de las discusiones sobre combustibles fósiles, Rusia lanzó una frase que se volvió viral en minutos: “Si mis compañeros y colegas de América Latina me comprenden bien, quisiera exhortarlos a que no se comporten como niños que quieren todos los bombones”.
La región no estaba pidiendo caramelos: estaba exigiendo que la hoja de ruta para abandonar los combustibles fósiles finalmente apareciera en el documento final de la COP. Una demanda impulsada especialmente por Colombia: “No hay mitigación si no podemos discutir la transición lejos de los combustibles fósiles”, sostuvo su delegación.

Nunca antes un bloque latinoamericano había mostrado tanta cohesión para defender un tema estructural. Pero el resultado fue claro: el tema no entró en el texto final.
Mientras adentro se negociaba palabra por palabra, afuera casi 70.000 personas —una de las mayores marchas climáticas de los últimos años— reclamaron lo mismo: que el mundo empiece a decir adiós a los fósiles.
La ironía flotaba en el aire: dentro del predio se acreditaron más de 1.600 lobistas petroleros, un récord absoluto que dejó claro quién sigue teniendo poder en las negociaciones.
Adaptación: la fractura Norte–Sur, en vivo
Otro de los grandes temas de esta COP fue el Objetivo Global de Adaptación, el plan que debería medir qué está haciendo cada país para protegerse frente a:
- olas de calor más intensas,
- incendios forestales,
- sequías,
- inundaciones,
- y la subida del nivel del mar.
La discusión mostró el abismo entre los que tienen recursos y los que no. Como explicaba una negociadora latinoamericana: “Los países del norte global tienen todos los mecanismos financieros. En el sur global necesitamos tecnología y financiamiento para poder reportar y adaptarnos”.
El resultado fue polémico:
- los países acordaron triplicar el financiamiento para adaptación hacia 2035,
- pero a último momento aparecieron 59 indicadores nuevos, sin metodología, sin metadatos y sin que fueran discutidos previamente.
La reacción fue inmediata. Panamá tomó la palabra: “No podemos apoyar un resultado que hace retroceder. Los indicadores se publicaron tarde, no son los que negociamos por semanas. Borra dos años de trabajo de expertos”.
La sala quedó en silencio.
Una pequeña victoria: el nuevo mecanismo de transición justa
En un clima de tensiones y retrocesos, una buena noticia logró abrirse paso:
Se aprobó por primera vez un mecanismo de transición justa, un acuerdo entre países para garantizar que el paso hacia una economía sin fósiles proteja a las personas y sus derechos, especialmente a trabajadores y comunidades vulnerables.
Es un avance clave en un escenario donde “transición energética” suele discutirse sin hablar de quienes quedan atrás.
¿Qué dejó esta COP30?
Una cumbre que mostró el desgaste del sistema multilateral, la fuerza de las calles, la crisis del consenso y el choque frontal entre intereses económicos y la urgencia climática.
Una COP donde el Amazonas habló, literalmente, a través de sus pueblos y su fragilidad.
Una COP donde América Latina dejó claro que quiere una transición fuera de los fósiles, aunque el documento final haya decidido mirar para otro lado.
Y una COP donde algo quedó en evidencia: el mundo no puede seguir esquivando la conversación que define su futuro.
Por dentro o por fuera, la “COP de la verdad” demostró que, al final del día, lo que vale no son las palabras si no las acciones que, en esta cumbre, dejan mucho que desear.













