No traigo ninguna verdad. Por el contrario, recuerdo valores comunes, los más simples que se pueda imaginar, los que la humanidad viene celebrando y violando a medida que se le escapa el tiempo de las manos: cuidarnos y cuidar el mundo que habitamos. Si tenemos claras esas prioridades, el resto se acomoda solo. El pangeísmo viene a recordarnos que podemos volver a unir esa Tierra que hace tanto tiempo se separó. Esto no es un grito ingenuo que busca una utopía donde ya no existe. Es un grito desesperado para reconstruir lo que hemos roto.
Hace miles de años que camina el humano por el mundo y todavía hay personas sin acceso al agua potable, sin techo, sin cloacas, sin alimentos dignos. Y aún así, los bosques se queman para producir más, los suelos se explotan para producir más, los océanos se contaminan para producir más. ¿Estamos seguros de que “más” es la solución? Todavía hay animales cautivos, maltratados, traficados, asesinados. Somos, creo yo, la única especie que involuciona.
Quemamos el aire que respiramos y ensuciamos el agua que tomamos. Somos todos nosotros nuestros propios sepultureros. Nuestro instinto de supervivencia quedó enterrado hace largos años bajo capas de razón, cultura y microplásticos. Aún más: creemos llevar la verdad a donde vayamos. Por eso construimos nuestras propias torres desde las que vemos una parte del resto del mundo, una ventanita que asoma un poco de luz y verde, pero que esconde los cadáveres y escombros sobre los que creamos un sistema de vida imposible de sostener. Para calmar las voces que nos recuerdan que el mundo nos duele, predicamos credos vacíos, tantos -ismos que perdimos la cuenta.
Sin embargo, hoy, en un postmundo en el cual cada vez creemos más en nada y menos en todo, el pangeísmo nos rescata de la sepultura. ¿Por qué no tratar de transicionar hacia una nueva forma de vivir y creer? El pangeísmo nos devuelve la posibilidad de ser responsables con nosotros mismos y con las vidas que nos rodean. Esta ideología, filosofía, religión o como le quieras llamar es el único -ismo que necesitamos. Y si lo ignoramos, probablemente sea el último.