Un informe internacional analiza el camino recorrido por 21 países —entre ellos Argentina— y advierte que, aunque el Acuerdo de París cambió la forma en que el mundo enfrenta el cambio climático, los avances siguen siendo insuficientes frente a la magnitud del desafío.
Este mes se cumplen diez años del Acuerdo de París, el tratado que marcó un antes y un después en la política climática mundial. Con motivo del aniversario, la Iniciativa Deep Decarbonization Pathways (DDP) publicó el informe “Una década de acción climática nacional: Balance y perspectivas”, donde evalúa los avances y aprendizajes de 21 países, entre ellos Argentina, para proyectar los desafíos de la próxima década.
“El Acuerdo de París se diseñó como catalizador de la acción nacional, y diez años después podemos ver los resultados. Los países han comenzado a remodelar la gobernanza climática, a incorporar perspectivas a largo plazo en la formulación de políticas y a acelerar el cambio tecnológico. Este progreso es significativo. Pero la lección de la última década es igualmente clara: si queremos alcanzar los objetivos de París, la próxima década debe centrarse en intensificar los esfuerzos, abordar los retos sociales e industriales y garantizar que la ambición se traduzca de manera coherente en acciones eficaces”, expresó Henri Waisman, director de la Iniciativa Deep Decarbonization Pathways.
El documento destaca que el Acuerdo de París actuó como un catalizador global, transformando la forma en que los países piensan y actúan frente al cambio climático. En muchos casos, fortaleció la gobernanza, fomentó la planificación de largo plazo e impulsó la creación de nuevas instituciones. Sin embargo, el estudio también advierte que los progresos están lejos de ser suficientes para limitar el aumento de la temperatura global a 1,5°C.
Argentina: entre la institucionalización y las contradiccione
En el caso de Argentina, el informe reconoce logros importantes en materia institucional y de planificación, pero también señala brechas estructurales que ponen en riesgo la coherencia de la política climática.
Avances destacados:
- Se consolidó un marco de gobernanza más robusto, con la creación de la Dirección Nacional de Cambio Climático y el Gabinete Nacional de Cambio Climático, espacios que permitieron mejorar la coordinación de políticas.
- El país formuló y actualizó planes nacionales de mitigación y adaptación, en línea con sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDCs).
- Creció el peso de la ciencia y la evidencia técnica en el diseño de políticas públicas, con aportes de universidades y centros de investigación.
Brechas y desafíos:
- Falta de coordinación interministerial: las metas climáticas siguen desconectadas de las decisiones económicas y energéticas.
- Dependencia estructural de los combustibles fósiles, especialmente por el peso de Vaca Muerta y los subsidios energéticos, que contradicen los compromisos de descarbonización.
- Vulnerabilidad institucional, ya que las políticas climáticas están expuestas a los cambios de gobierno y las crisis económicas.
- Ausencia de una estrategia de transición justa, que contemple la dimensión social e industrial del proceso de descarbonización.
Un balance global: del impulso inicial a la necesidad de transformación estructural
A escala global, el informe concluye que el Acuerdo de París logró acelerar el despliegue de tecnologías bajas en carbono y promover nuevas instituciones. No obstante, advierte que la mayoría de los países —incluida Argentina— siguen enfocando sus esfuerzos en reducciones de corto plazo, sin avanzar lo suficiente hacia transformaciones estructurales de largo plazo que permitan alcanzar la neutralidad de carbono a mediados de siglo.
De cara a los próximos diez años, el documento propone tres prioridades:
- Diseñar paquetes de políticas integradas que conecten las metas de corto plazo con los objetivos estructurales de largo plazo.
- Reforzar los procesos nacionales que articulen gobiernos, sector privado y sociedad civil.
- Promover nuevas formas de cooperación internacional, alineando el financiamiento y la transferencia tecnológica con las necesidades locales.
A diez años del Acuerdo de París, el balance es mixto: el mundo cambió su forma de pensar el clima, pero aún no logra cambiar su forma de producir, consumir y gobernar. Para Argentina y la región, la próxima década será decisiva para transformar las promesas en políticas efectivas, y las políticas en resultados medibles.