Un enemigo silencioso acecha en las sombras, esperando el momento oportuno para atacar. No se trata de un virus o una bacteria, sino de un reino de organismos que prosperan en las condiciones cálidas y húmedas que el cambio climático está creando: los hongos.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha incluido las enfermedades fúngicas como una de las 10 principales amenazas para la salud global, y no es para menos. Las infecciones fúngicas son cada vez más frecuentes y resistentes a los tratamientos, causando miles de muertes cada año.
El aumento de las temperaturas y la humedad, junto con la alteración de los ecosistemas, están creando un ambiente ideal para la proliferación de hongos patógenos. Estos hongos encuentran en las condiciones actuales un terreno fértil para crecer y expandirse, llegando a lugares donde antes no se les encontraba.
Según expresó a National Geographic Tom Chiller, epidemiólogo médico y jefe de la Sección de Enfermedades Micóticas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos, “sólo se han identificado unos 120 000 de las cerca de cinco millones de especies de hongos, de las cuales sólo se sabe que varios cientos son perjudiciales para el ser humano”.
Las enfermedades fúngicas, también conocidas como micosis, pueden ser causadas por diferentes tipos de hongos, pero las más comunes son las siguientes:
Hongos dermatofitos: estos hongos se encuentran en la piel, el cabello y las uñas. Causan infecciones como el pie de atleta, la tiña y la tiña versicolor.
Hongos levaduriformes: el hongo más conocido de este tipo es Candida albicans, que causa infecciones como la candidiasis oral (aftas) y la candidiasis vaginal.
Mohos: estos hongos se encuentran en el aire, el suelo y el agua. Pueden causar infecciones en los pulmones, los senos paranasales y la piel.
Los factores que pueden aumentar el riesgo de desarrollar estas patologías incluyen un sistema inmunitario debilitado, exposición a la humedad, uso de antibióticos (pueden matar las bacterias “buenas” que ayudan a mantener a raya los hongos) y el contacto con determinados animales.
Tal como señala el artículo anteriormente citado de National Geographic, algunas estimaciones plantean una tasa de mortalidad por infecciones fúngicas invasivas de hasta el 50 por ciento, lo que representa, a nivel mundial, en 1,6 millones de muertes.
Los expertos advierten que el cambio climático podría desencadenar una pandemia fúngica, similar a la que azotó a los anfibios a principios de este siglo. Esta pandemia, causada por un hongo llamado Batrachochytrium dendrobatidis, provocó la extinción de miles de especies de ranas en todo el mundo.
A pesar de esta creciente amenaza, la investigación y el desarrollo de nuevos tratamientos contra las enfermedades fúngicas siguen siendo insuficientes. Se necesitan más recursos y esfuerzos para prevenir una futura pandemia fúngica.
¿Qué podemos hacer? Reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para frenar el cambio climático; Fortalecer la vigilancia y el control de las enfermedades fúngicas; Invertir en investigación y desarrollo de nuevos tratamientos y educar a la población sobre los riesgos de las enfermedades fúngicas son algunas de las medidas que podemos implementar si queremos evitar este alarmante escenario internacional.
Ignorar esta amenaza sería un error grave. El futuro de la salud global está en juego.
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