La pregunta que sobrevolaba Belém en los primeros días de la COP30 era simple y a la vez incómoda: ¿Argentina está presente en la cumbre del clima más importante del mundo, sí o no? Después del papelón del año pasado —cuando la delegación dejó la COP de Bakú en pleno segundo turno de negociaciones— y del alineamiento político de Milei con posiciones climatoescépticas similares a las de Trump, muchos daban por hecho que el país no participaría o enviaría una delegación simbólica.
Pero, como casi siempre pasa en Argentina, la historia fue más caótica.
A diferencia de lo que se suele creer, el país mantuvo históricamente una delegación técnica sólida y profesional en todas las COP, sin importar quién estuviera en el gobierno. Son equipos que conocen los textos, los procedimientos y los bloques de negociación mejor que muchos ministros que van y vienen. Esa continuidad se sostuvo incluso este año: Argentina llegó a Belém con tres negociadores encabezados por Eliana Saissac, directora de Asuntos Ambientales de Cancillería. Perfil bajo, trabajo técnico y las primeras señales de normalidad.
Hasta que empezó el capítulo argentino de siempre.
Primero no se sabía si la delegación nacional iba a viajar. Después confirmaron que sí, pero que el subsecretario de Cambio Climático se sumaría la semana siguiente. Hoy, esa historia está directamente dada vuelta: el subsecretario fue apartado del cargo mientras preparaba su viaje y, aunque Argentina ya tiene listas sus nuevas NDC, Cancillería tomó la decisión de no presentarlas. En los pasillos se repite lo mismo: hay más dudas que certezas.
Representación federal en la COP30
Mientras tanto, las provincias sí están presentes. Y eso marca una diferencia importante. Llegaron con ministros, secretarios, equipos técnicos y una agenda clara: mostrar que la acción climática argentina sigue viva, aunque Nación esté replegada. Santa Fe, Buenos Aires, Misiones, Córdoba, Río Negro y varias más desembarcaron en Belém con reuniones, proyectos y pedidos de financiamiento. La frase que más se escucha entre ellas es que hoy, en Argentina, la política climática se sostiene desde abajo hacia arriba.
En paralelo, algunas delegaciones provinciales y organizaciones de la sociedad civil remarcan una contradicción: Argentina está, pero no está del todo. “El país no vino con una delegación oficial completa”, dicen. Los técnicos están presentes en las plenarias, pero sin intervenir demasiado, sin buscar protagonismo y sin marcar posición en las mesas más sensibles. La sombra del “revuelito” de Bakú todavía pesa, y esta COP no arrancó con señales más claras.
Ahora bien, ¿por qué importa todo esto? Porque la COP es el único espacio global donde casi 200 países negocian cara a cara qué hacer frente a la crisis climática. Acá se define cómo se va a financiar la adaptación, cómo se repararán las pérdidas y daños provocados por eventos extremos, cómo avanzará la transición energética y qué compromisos asume cada país para reducir sus emisiones. Y dentro de todas estas discusiones hay una palabra que para Argentina es crucial: financiamiento.
Escuchá a todos los representantes argentinos en nuestro reel:
La situación económica del país, el acceso limitado al crédito internacional y la presión fiscal hacen que cada dólar climático cuente. Por eso, la participación en mecanismos como los mercados de carbono —que permitirían vender créditos de carbono generados por proyectos de conservación o restauración— es una oportunidad concreta. Y justamente por eso no da lo mismo estar o no estar en estas negociaciones.
Hoy, Argentina está físicamente en Belém. Eso es mejor que no estar. Pero, por ahora, la presencia no se traduce en protagonismo ni en direcciones claras. El país escucha, toma nota y se mueve con cautela, mientras las provincias cargan con la tarea de construir vínculos, buscar financiamiento y sostener una agenda climática que, en este momento, parece depender más de ellas que de Nación.
En los próximos días se sabrá si Argentina decide presentar o no sus NDC, si llega finalmente algún funcionario político más y si el país toma postura sobre temas sensibles como petróleo, bosques y financiamiento climático.













