Un nuevo estudio publicado en Nature Ecology & Evolution revela una de las evidencias más contundentes hasta ahora sobre el impacto directo del cambio climático en la biodiversidad tropical. La investigación muestra que las poblaciones de aves en las regiones tropicales han disminuido entre un 25% y un 38% desde 1980, debido al aumento de las olas de calor extremas provocadas por el calentamiento global.
“Es una disminución alarmante. Las aves son especialmente sensibles a la deshidratación y al estrés por calor. El calor extremo provoca un exceso de mortalidad, una reducción de la fertilidad, cambios en los comportamientos reproductivos y una menor supervivencia de las crías”, explicó Maximilian Kotz, autor principal del estudio.
América Latina, punto crítico de la pérdida
La caída masiva de aves —que ha pasado en gran parte desapercibida— tiene un epicentro claro: América Latina. Zonas como la Amazonía, la Mata Atlántica, los bosques secos tropicales de México, los Andes y Centroamérica concentran algunas de las mayores riquezas de aves del planeta, pero también son las más afectadas por el aumento de temperaturas extremas.
Según el estudio, los días de calor extremo en áreas tropicales pasaron de un promedio de 3 a 30 días al año desde 1980. Para muchas especies, esto significa sobrepasar sus límites fisiológicos de supervivencia, lo que se traduce en menos crías, mayor mortalidad y menor capacidad de adaptación.
En sitios como el Parque Nacional de Soberanía, en Panamá, o en el Amazonas brasileño, se han registrado disminuciones abruptas de especies en zonas protegidas, sin causa aparente. Esta investigación ofrece por fin una respuesta: el cambio climático está erosionando la biodiversidad incluso donde no hay deforestación.
Un trabajo global con datos sin precedentes
La investigación fue liderada por el Barcelona Supercomputing Center, el Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático (PIK) y la Universidad de Queensland. Se analizaron datos de más de 3.000 poblaciones de aves en todo el mundo y se utilizaron modelos climáticos avanzados, lo que permitió aislar el efecto específico del cambio climático respecto de otros factores como el uso del suelo o la densidad humana.
“En lo que respecta a la conservación, este trabajo nos dice que, además de las áreas protegidas y detener la deforestación, necesitamos urgentemente buscar estrategias para las especies más vulnerables a las temperaturas extremas. Eso podría significar un trabajo de conservación ex situ, es decir, trasladar y proteger poblaciones en otros lugares”, concluyó Tatsuya Amano, investigador de la Universidad de Queensland.