Cada tanto, los carpinchos de Nordelta vuelven a ser noticia. Esta vez, la propuesta oficial de trasladarlos a las islas del Delta reavivó el debate sobre cómo gestionamos la convivencia con la fauna silvestre en entornos urbanizados. En medio de declaraciones que hablan de “superpoblación”, resurgen preguntas más profundas: ¿Quiénes llegaron primero? ¿Podemos aprender a convivir con otras especies sin expulsarlas? ¿Y si, en lugar de ver a los carpinchos como un problema, los pensamos como una oportunidad para rediseñar nuestra forma de habitar? El debate actualiza un dilema que bien podría plantearse con el yaguareté en la provincia de Buenos Aires.
Cuando en 1580 Juan de Garay fundó por segunda vez lo que sería la ciudad de Buenos Aires, esta inmensidad de pastizales pampeanos estaba habitada por el yaguareté, una variedad de mayor tamaño que la que actualmente habita en los bosques del norte argentino. La otrora amplia distribución de este felino, el más grande de América, abarcaba gran parte del actual territorio argentino al norte del río Colorado. Justamente “El Tigre”, muy cerca de Nordelta, nos recuerda en su toponimia esta otrora presencia. Al tigre o yaguareté le encantan los carpinchos (al igual que a mucha gente rural), y no es extraño que la distribución “natural” de ambas especies coincida en gran medida.
Obviamente, a nadie se le ocurriría que debemos abandonar todas las ciudades del norte para “devolverles” el territorio a tantas especies que se han visto reducidas en su distribución geográfica por culpa o a consecuencia de los humanos.
Todas nuestras infraestructuras se asientan por primera vez en terrenos silvestres que se van “domesticando” con el paso del tiempo. Todas nuestras ciudades tienen interfaces (ecotonos en la jerga ecológica) en su periferia, en sus cordones periurbanos, con espacios silvestres que, poco a poco, con el agrandamiento de las ciudades (en Argentina el 95% de su población vive en ciudades), se van colonizando.
Por ello, no es raro ni poco frecuente que especies silvestres se vayan “acostumbrando” a la presencia humana, generando en algunas oportunidades situaciones conflictivas normalmente resueltas a favor de los humanos.
Antes el yaguareté, ahora el carpincho
Los carpinchos conservan aún una amplia distribución en Argentina, habitando prácticamente todas las provincias del norte del país y de la Mesopotamia, incluyendo por supuesto a la provincia de Buenos Aires hasta bastante al sur de la misma. Pero no son muy visibles porque son muy perseguidos por su carne y cuero, y sin duda han encontrado en Nordelta, como en otros countries, un refugio para vivir en paz.
Un lugar con buena oferta de pastos tiernos, abundante agua y humanos amigables que no piensan en hacerles daño porque tienen mejores y más accesibles recursos alimentarios en los súper y shoppings de la zona. En la provincia de Tucumán, donde vivo, seguramente eran abundantes hace 100 años, pero ahora no queda ni uno. Tampoco hay más tapires, pecaríes labiados y, por supuesto, tampoco el tigre o yaguareté.
Por eso, el caso de Nordelta es un buen ejemplo de coexistencia positiva entre humanos y animales silvestres que, idealmente, debiéramos copiar, pero que sin duda se debe aprender a manejar para evitar las situaciones inadmisibles que hicieron en el pasado desaparecer muchas especies del entorno humano. Hoy nuestra especie pone muchas de las reglas de coexistencia con la naturaleza y una de ellas debiera apuntar a maximizar nuestro vínculo cotidiano con la biodiversidad sin sacrificar muchas de nuestras necesidades de confort cotidianas.
El futuro nos reclama una relación más armónica con la naturaleza, una coexistencia de beneficio mutuo como parte de la misma, mientras otros componentes se mantengan a resguardo (como el tigre) en las áreas protegidas donde puedan seguir predando a la fauna silvestre, entre ellos a los carpinchos.
El autor de esta nota, Alejandro D. Brown, es Presidente de la Fundación ProYungas
Sobre ProYungas
ProYungas: Promoviendo la conservación de la biodiversidad y el desarrollo sostenible en Sudamérica.
Desde 1999 trabajamos para la conservación del ambiente y el desarrollo sustentable, promoviendo procesos de planificación territorial a distintas escalas, en el subtrópico sudamericano, principalmente en el Norte Grande de Argentina
Nuestro propósito es incidir en políticas públicas y privadas relacionadas al desarrollo sustentable de áreas de alta valoración ambiental en un contexto de equidad social, trabajando junto a organismos estatales, distintas ONG, instituciones técnicas y académicas, empresas y comunidades.
Actualmente, ProYungas forma parte del consorcio de Impacto Verde, un proyecto financiado por la Unión Europea e implementado por Redes Chaco junto a seis organizaciones de la sociedad civil. El proyecto busca construir un acuerdo multisectorial para el desarrollo sostenible del Norte Grande, integrando conservación de la biodiversidad, producción responsable, inclusión social y fortalecimiento institucional.