¿De qué hablamos cuando hablamos de economía circular? ¿De reciclado, del cuidado ambiental, del recupero de materiales… o de puro greenwashing?
Si estás leyendo esto, es porque seguramente algo te interesa o te preocupa sobre el cuidado ambiental, el cambio climático o, al menos, cómo reciclar. Pero voy a contar esto como si fuera para algún negacionista del cambio climático, así los que sí creemos en esta agenda tenemos más herramientas para defender el punto.
El modelo de economía tradicional —y sobre todo desde la Revolución Industrial— priorizó la generación de bienes por encima de cualquier parámetro de conservación, protección, regeneración natural o mínima intención de preservar algo de nuestra ahora finita fuente de recursos: la Tierra.
Según este modelo económico, podríamos vivir sin aire para respirar, sin frutos de la tierra para alimentarnos y sin agua para beber, porque todo se puede vender. Sabiendo que ya se vende hasta el aire en lata en China, mostrándonos que prácticamente se comercializa todo lo que quieras comprar, nos preguntamos: ¿Esto es sostenible en el tiempo? Claramente no.
Si pudiéramos ir hacia adelante en el tiempo, seguramente encontraríamos a pocos sobrevivientes en el planeta, luchando por el aire o el agua que quede. Pero hoy eso no importa, porque si el modelo de desarrollo económico actual continúa, vamos a necesitar salir en una nave al espacio como en Wall-E y no vamos a necesitar más nada… salvo poder pagarla.
Entonces, ¿se centra en el dinero? Tristemente sí. Pero, ¿qué le falta a la ecuación? ¿Por qué no cierra? ¿Por qué es tan rentable contaminar ¿Cómo deberían cambiar las reglas del juego para una correcta ejecución de la economía circular?
Esto sería más o menos así: los precios de los bienes que consumimos en nuestra sociedad y que utilicen recursos naturales como insumo deberían tener incluido el costo de reposición ambiental en su valor comercial, para que podamos tener una idea real de cuánto “cuesta realmente” un producto. Adicionalmente, dentro de esta cuantificación sería necesario incluir la huella ambiental (hídrica y de carbono), para poder elegir qué productos consumir.
¿Va a cambiar el modelo y esto se va a dar? Claramente no. No entendimos ni con la pandemia que la forma en la que vivimos no es “normal”, pero NADA “normal”. Hagan la prueba: vayan al baño y fíjense que el agua de la mochila del inodoro es la misma con la que hervimos los fideos. Claramente algo no está bien, pero no va a cambiar.
Entonces, ¿qué nos queda de economía circular? ¿Usar sorbetes compostables? ¿Enterrar una pila en un relleno de seguridad? ¿Usar biodiésel? Un momento, ¡ya lo tengo!: llevar el termito Stanley a todos lados… No nos engañemos, estamos lejos del gran desafío, del gran cambio, de la gran transformación.
Como les dije al principio, esta es la versión más extrema de la realidad. No quiere decir que muchos no estemos trabajando para mejorarla, para mitigarla o tratar de salir de la caja —no solo de pensar out of the box—, pero espero que quienes siguen encerrados en el modelo de economía lineal se den una vuelta por la circular. Si no, solos no lo vamos a lograr
*Gabriel Andrés Vannelli es un profesional argentino-italiano especializado en sostenibilidad, con experiencia en gestión ambiental, economía circular y políticas climáticas. Actualmente dirige el área de Ambiente de la Municipalidad de Vicente López, donde impulsa programas como “Día Verde” y el Plan de Acción Climática. Ha trabajado en los sectores público y privado, y participado en foros internacionales como la COP27, COP28 y la Semana del Clima de Nueva York. Su trayectoria se destaca por promover la acción climática local, la economía circular y la articulación público-privada.
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