En mí conviven dos personas. El soñador y el práctico. El soñador piensa que puede existir un gran cambio de paradigma qué nos permita revertir la crisis ambiental y lograr una humanidad que restaure el ambiente y la sociedad. El práctico piensa más en mitigación de daños, en como con el modelo actual podemos generar incentivos para disminuir los daños ambientales qué generamos. Y sobre si ponerle precio al ambiente discuten mis dos visiones interiores sin un claro vencedor.
Así, el idealista piensa que ponerle valor a los diferente elementos del ambiente natural que nos rodea sería perpetuar el problema original que nos ha traído a esta crisis. Ver el entorno natural como un recurso productivo para el humano.
El pragmático por su lado diría que ya que estamos con este paradigma de economía tratemos de usar las herramientas disponibles para limitar el daño desbocado.
Creo el argumento más fuerte en ese camino es ver lo que ha sucedido con el mercado de las emisiones de carbono. Según un estudio de Morgan Stanley solo el 2024 se destinaron 1.4 billones de USD a este mercado de manera obligatoria (UE y California) o voluntaria (resto del mundo) para compensar aproximadamente 12 gigatones (mil millones) de toneladas por año.
¿Qué proporción de ese dinero habría ido a ese destino si no existiera ese mercado y regulaciones? Probablemente mucho menos.
Las empresas buscan indicadores simples de establecer, gestionar y comunicar; elementos que el mercado de carbono ha logrado generar. La crisis de calentamiento global ha permitido poner en tema de manera masiva este desafío y así hacer más simple el mensaje de cara a una parte importante de la población. ¿Qué pasaría si podemos establecer mecanismos similares para otro de los 9 límites planetarios que tenemos cómo desafío? Es altamente probable que lograríamos traccionar más dinero para la solución de estos también.
El soñador traerá que en definitiva estos caminos no son una solución. Qué el enfocarse en unos pocos indicadores genera un desequilibrio en el sistema ecológico. Un ejemplo es lo que hoy ocurre con algunos proyectos en el mercado de carbono donde se plantan árboles de eucalipto por su rápido crecimiento y por ende alta tasa de absorción de carbono en pocos años versus otras alternativas. Algunos de estos proyectos tienen la contracara de que esta especie utiliza mucha agua para su crecimiento y acidifica el suelo generando pérdida de biodiversidad y potencial stress hídrico en los espacios que se desarrollan.
Como el proyecto no busca medir estos elementos se pierde de vista estos impactos negativos. También una mirada centrada solo en indicadores podría traer soluciones alternativas de compensación artificiales, por ejemplo ya existe usar el Co2 cómo materia prima para generar materiales de construcción. Si bien esto es una alternativa útil para mitigar daños creo que ninguna persona piensa que un futuro ideal para la humanidad sería uno donde no tengamos vegetación pero sí muchas máquinas y materiales altamente eficientes en captura.
Esto lo traigo para graficar que lo complejo de la naturaleza es que es un sistema de equilibrios y que si solo ponemos la mirada en pocos elementos o indicadores tenemos el riesgo de empeorar la situación en el mediano o largo plazo con nuestras soluciones.
Mi lado más utópico piensa que la solución real sería el poder generar un cambio cultural que nos permita reducir los modelos de consumo intensivo y acelerado que son los que generan problemas en todos los ámbitos ambientales. El problema de este planteo es que los grandes cambios de paradigmas surgen de procesos normalmente o muy lentos (a través de educación y concientización) o muy traumáticos (algún shock interno o externo genera una obligación a cambiar). Hay economistas que han buscado difundir propuestas de desarrollo a escala humana o decrecimiento tales cómo Kate Raworth, Manfred Max Neef, Mariana Mazzucato, E.F Schumacher o Jason Hickel. El problema es que en todos estos caminos hay perdedores y ganadores en el corto plazo siendo los potenciales perdedores quienes hacen lo posible (lobby, financiamiento, etc.) para no perder su posición.
Algunas soluciones interesantes que están surgiendo es un potencial mercado de activos y pasivos ambientales entre países. Es decir que los países “deudores” ambientalmente puedan compensar esa deuda pagando a países que tienen mayores activos ambientales para que los conserven. Pareciera ser una de las alternativas más justas porque permite a que países menos desarrollados económicamente puedan percibir una retribución por el cuidado ambiental y por ende alinear el interés de preservación al económico y bienestar de su población.
Mi discusión interna no está cerrada y cómo todo ante desafíos complejos cómo este se requieren abordajes diversos que aborden lo inmediato y la visión ideal futura. Es así cómo mis dos personalidades han negociado y acordado. Mi parte más utilitaria se encargará de accionar en el corto plazo para preservar con soluciones apalancadas en lo realizable en la actualidad y así no quedarme en la parálisis. Mientras, el soñador siembra acciones que probablemente tengan un resultado en el largo plazo y nos permitan pensar en soluciones más ecosistémicas y robustas.
*Álvaro Bronstein Román impulsa la transformación hacia una economía regenerativa e inclusiva, fortaleciendo empresas y organizaciones de impacto desde su rol como Social Innovation Strategist en la fintech Naranja X y como integrante del Directorio de Mayma.
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