Las actividades humanas impactan el ambiente de diversas formas. Tanto en la Tierra como en el espacio exterior. Así como hemos llegado a contaminar hasta los alimentos con plásticos, en los últimos años hemos alcanzado la órbita del planeta.
Se trata de la basura espacial, todos aquellos objetos fabricados por el ser humano que orbitan la Tierra sin ninguna finalidad. Según la ONU, hay más de 24.000 objetos sin uso de 10 cm o más orbitando en el espacio, 1 millón de menos de 10 cm y probablemente más de 130 millones de menos de 1 cm.
La causa principal de la formación de desechos en el espacio son los satélites. La mayoría de lo que es considerado basura son restos de misiones espaciales, satélites que han colisionado entre sí y artefactos que se han roto o cuya vida útil ya terminó.
El mayor problema es que, una vez lanzados, no es sencillo controlar los productos que son enviados fuera de la Tierra. Por ejemplo, cuando se lanza un satélite, siempre hay probabilidades de que choque en su camino con otros artefactos.
El síndrome de Kessler plantea una teoría lógica pero preocupante: a medida que aumenta la basura espacial en la órbita baja terrestre de la Tierra, los objetos lanzados son impactados con más frecuencia por la basura presente en esa zona, creándose así más basura espacial y más riesgo de impacto de otros objetos. Y así sucesivamente.
Para tomar dimensión de la problemática, la plataforma stuffinspace.com es un excelente sitio que permite visualizar todos los objetos que orbitan el espacio en tiempo real.
En esta actualidad moderna digital, la mayoría de las comodidades que disfrutamos son facilitadas por los servicios satelitales: televisión, internet, mapas de navegación, llamadas telefónicas, etc. Y no solo eso, muchas actividades con alto impacto socio-ambiental ocurren gracias a las imágenes satelitales: supervisión de zonas naturales protegidas contra la deforestación, respuesta rápida a desastres ambientales y conocer el estado del tiempo a futuro.
En este panorama, dejar de lanzar satélites al espacio parecería no ser una opción. Sin embargo, es necesario y casi urgente tratar los efectos nocivos que genera la basura espacial:
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En el futuro cercano, es muy probable que el cielo esté repleto de satélites. Hay más de 1,7 millones de satélites no geoestacionarios que están registrados en la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) para ponerse en órbita hasta principios de 2030.
Con este complejo panorama, la única solución que se vislumbra para el tratamiento de la basura espacial se centra en una exploración espacial sostenible: estrategias de prevención y limpieza que tengan en cuenta la salud de las generaciones futuras.
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