El mundo está formado, en su mayor parte, por agua. Sin embargo, este es un bien tan valioso y escaso que en 2020 empezó a cotizar en la bolsa. Pero hay otro dato importante más: solo el 2.5% es dulce, el restante 75.5% es salada y, por lo tanto no es apta para el consumo humano o para la agricultura. El Día Mundial del Agua 2024 que será mañana 22 de marzo tiene el lema “Agua para la paz”.
Uno de los grandes problemas ambientales y sociales es la crisis hídrica mundial que cada vez se acentúa más. En esta nota te contamos las 3 claves para entender por qué para algunos acceder al agua potable y segura es un derecho no garantizado, y cómo repercute esta discriminación.
Las 3 claves para entender la crisis hídrica son:
El agua dulce es un recurso finito. Solo el 2.5% del agua del planeta es dulce y no está toda disponible. La demanda masiva de este bien agrava su acceso. Aunque una parte de esta intensificación se deba al crecimiento poblacional, las que se llevan la mayor parte son las empresas extractivas que le dan un mal uso.
El agronegocio, la agricultura extensiva, los monocultivos y el uso cada vez más intensificado de agrotóxicos y la ganadería extensiva son grandes responsables de su escasez por su mala gestión de los recursos.
Las empresas mineras también: utilizan miles y miles de litros de agua por hora para extraer recursos de manera no renovable e incluso, muchas veces, son usados en mayor medida para vender artículos de lujo, como es el caso del oro y la plata.
Hay muchas actividades humanas que terminan contaminando las fuentes de agua dulce como si esta fuese un recurso infinito. Los casos más comunes son las aguas residuales y los vertidos agrícolas e industriales. El uso cada vez más intensificado de agrotóxicos, pesticidas y fertilizantes industriales, dañan el agua y la salud de los ecosistemas y de las personas. La contaminación, desde ya, termina reduciendo la calidad del agua disponible para consumo animal y humano.
La falta de gestión eficaz del agua agrava la crisis. En el paradigma dominante mundial económico, los problemas ambientales muchas veces no son tenidos en cuenta en las estadísticas y así, empresas y gobiernos evaden destinar recursos para cuidar el agua, ya que lo consideran un gasto. Esta acción es absurda porque no contabilizan los gastos que genera tener que sanear las aguas o curar las enfermedades de las personas después.
El aumento de la temperatura global, provocado considerablemente por el cambio climático que es producto de las actividades extractivas y contaminantes (que algunas ya fueron mencionadas), intensifica el ciclo hidrológico: mayor evaporación y sequías en varias zonas.
Se acelera de esta manera el derretimiento de glaciares y, por consiguiente, aumento el nivel del mar que termina amenazando las fuentes de agua dulce costeras.
Debido al cambio climático, aumentan los fenómenos meteorológicos extremos como las sequías y las inundaciones.
La crisis hídrica es un problema complejo y multifacético que necesita acciones globales urgentes. En este sentido, las soluciones basadas en la naturaleza son un enorme salvavidas, literalmente. Promover la agroecología, obligar y ayudar a las empresas a ser sostenibles, implementar medidas de mitigación y adaptación para afrontar el cambio climático y reforzar las medidas locales, ancestrales y/o tecnológicas, como el compostaje, son medidas eficientes para evitar el desperdicio del agua.
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