En su abordaje sobre las tradiciones, el trabajo y las miserias humanas, el Quijote de la Mancha marcó un antes y un después en la literatura universal. Pero el enfoque ambiental que Miguel de Cervantes desarrolló en su obra estrella también existió, y es uno de los menos mencionados.
Ya en 1605, el escritor español hizo clara referencia a la bondad de la Madre Naturaleza y a cómo los seres humanos la corrompen.
Nacido en Alcalá de Henares, España, un 29 de septiembre de 1547, Miguel de Cervantes aportó una sabia mirada ecológica que sigue vigente hoy más que nunca.
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La mirada ecológica de Cervantes en el Quijote de la Mancha
No solo dijo “Ladran, Sancho, señal que cabalgamos”, aunque sí puede ser una de las frases célebres más conocidas de El Quijote de la Mancha. También, la visión integral de Miguel de Cervantes sobre el pasado, presente y futuro, lo hicieron indagar en la naturaleza.
En el capítulo XI de su libro, un extenso párrafo denota esta postura ambiental. En un principio, Cervantes hace referencia a las épocas antiguas, cuando las personas aún no se relacionaba en términos de posesión, ni de compra y venta: “Dichosa edad y siglos dichosos aquellos a quien los antiguos pusieron nombre de dorados, y no porque en ellos el oro, que en esta nuestra edad de hierro tanto se estima, se alcanzase en aquella venturosa sin fatiga alguna, sino porque entonces los que en ella vivían ignoraban estas dos palabras de tuyo y mío“.
El escritor recuerda que, en aquel entonces, el ser humano disfrutaba de manera armónica los frutos de la naturaleza: “(…) A nadie le era necesario para alcanzar su ordinario sustento tomar otro trabajo que alzar la mano y alcanzarle de las robustas encinas, que liberalmente les estaban convidando con su dulce y sazonado fruto“.
Luego, en referencia a la pureza y no contaminación de los cursos hídricos, decía: “Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían“.
Hasta llegó a hablar del noble trabajo de las abejas: “En las quiebras de las peñas y en lo hueco de los árboles formaban su república las solícitas y discretas abejas, ofreciendo a cualquier mano, sin interés alguno, la fértil cosecha de su dulcísimo trabajo“.
Además, escribió sobre el recurso de la madera que antes se usufructuaba de manera sostenible: “Los valientes alcornoques despedían de sí, sin otro artificio que el de su cortesía, sus anchas y livianas cortezas, con que se comenzaron a cubrir las casas, sobre rústicas estacas sustentadas, no más que para defensa de las inclemencias del cielo“.
En recuerdo de aquellas épocas de armonía entre la naturaleza y las personas, Miguel de Cervantes anhela: “Todo era paz entonces, todo amistad, todo concordia: aún no se había atrevido la pesada reja del corvo arado a abrir ni visitar las entrañas piadosas de nuestra primera madre” (en referencia a la Pachamama. Y sigue: “(…) ella sin ser forzada ofrecía, por todas las partes de su fértil y espacioso seno, lo que pudiese hartar, sustentar y deleitar a los hijos que entonces la poseían“.
Este 29 de septiembre de 2024, a 477 años de su nacimiento, las reflexiones ambientales del gran Miguel de Cervantes describen una realidad que poco ha cambiado en más de 4 siglos.