Se suelen escuchar dos historias sobre China y el cambio climático. La primera es que China lidera el mundo en emisiones de gases de efecto invernadero, a medida que continúa construyendo más centrales eléctricas de carbón. La segunda es que China lidera el mundo en el desarrollo de tecnologías limpias que permitirán a todos los países descarbonizar sus economías a un costo mucho menor de lo que parecía posible hace cinco o diez años.
Ambas historias son ciertas, y las políticas en China y el resto del mundo deben reflejar esa realidad. En 2022, China emitió 15,7 gigatoneladas de gases de efecto invernadero, mucho más que las seis gigatoneladas de Estados Unidos o las 3,6 gigatoneladas de la Unión Europea. Si bien estas cifras absolutas reflejan la población mucho mayor de China, sus emisiones per cápita, de 11 toneladas, superan ampliamente las 8,1 toneladas de la UE y las 6,3 toneladas del Reino Unido; además, estos dos últimos están en camino de caer por debajo de las 2 toneladas para 2040.
China se ha comprometido a alcanzar el pico de emisiones para 2030 y cero emisiones netas para 2060; pero esto aún implica que sus emisiones acumuladas de dióxido de carbono entre ahora y 2060 podrían rondar las 250 gigatoneladas. En cambio, los compromisos actuales del Reino Unido y la UE implican unas 4,5 y 45 gigatoneladas adicionales, respectivamente. Esas 250 gigatoneladas por sí solas agotarían gran parte del “presupuesto de carbono” restante del mundo que se puede emitir, limitando al mismo tiempo el calentamiento global a “muy por debajo de los 2 °C“, según lo acordado en el acuerdo climático de París de 2015. Esto significa que las temperaturas medias del planeta en 2100 se verán enormemente influenciadas por las acciones de China, y mínimamente por las de la UE o el Reino Unido.
Alrededor de 5,9 gigatoneladas de las emisiones anuales de China provienen de un sistema energético que sigue dominado por el carbón, y China planea añadir 280 gigavatios de capacidad de energía a carbón para 2029. Además, las emisiones de sus enormes sectores del acero y el cemento superan el 50% del total mundial , aunque están empezando a caer a medida que declina la construcción.
Pero China también es líder mundial en cinco tecnologías “verdes” clave: energía solar fotovoltaica, turbinas eólicas, baterías, vehículos eléctricos y bombas de calor, cuya implementación podría reemplazar tres cuartas partes del uso mundial de combustibles fósiles y las emisiones asociadas. Los vehículos eléctricos representan actualmente casi el 50 % de las ventas totales de turismos en China, frente al 23% en la UE y más del 10 % en Estados Unidos; y la electricidad cubre el 32 % de su demanda energética final, frente al 24% en Europa y Estados Unidos.
En 2024, China instaló alrededor de 400 gigavatios de energía solar y eólica, más de la mitad del total mundial. Si bien su capacidad de generación de carbón sigue creciendo, estas instalaciones se utilizan cada vez más como respaldo flexible para las energías renovables, con una reducción de las emisiones totales del sector eléctrico del 3 % en el primer semestre de 2025.
La implementación masiva de tecnologías limpias en China ha generado enormes reducciones de costos y mejoras de rendimiento. Los costos por vatio de la energía solar fotovoltaica se han reducido un 90 % en 15 años, mientras que la producción ha aumentado; los costos de las baterías por kilovatio-hora también se han desplomado, mientras que la densidad energética y la velocidad de carga mejoran continuamente. Este progreso permite una reducción de emisiones mucho más rápida, no solo en China, sino en todo el mundo.
Los sistemas de energía solar y baterías ya son la forma más económica de proporcionar electricidad las 24 horas en la mayor parte del cinturón solar del planeta. África, en particular, ahora puede superar la mayor parte de la fase de los combustibles fósiles, expandiendo rápidamente su capacidad de generación de electricidad limpia y barata para impulsar el crecimiento económico.
En un mundo sin tensiones geopolíticas, el liderazgo de China en tecnologías limpias sería bienvenido como un beneficio para la humanidad. Sin embargo, dada la realidad política actual, ha alimentado los temores sobre el empleo y la seguridad. Peor aún, los aranceles y otras restricciones comerciales impuestas en respuesta al dominio manufacturero de China podrían aumentar el costo y retrasar el ritmo de la transición energética global.
Otra fuente de tensión es el exceso de capacidad de China en hierro y acero. Dado que estos insumos cruciales aún se producen con un alto consumo de carbono, amenazan con socavar el compromiso de Europa de descarbonizar su industria pesada. Si bien el Mecanismo de Ajuste en Frontera de las Emisiones de Carbono de la UE es una respuesta justificada a esta amenaza, China lo consideró inicialmente proteccionista.
Por lo tanto, mantener el calentamiento global muy por debajo de los 2 °C requerirá la acción coordinada de todos los países que asisten a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30) de noviembre en Brasil. Y dado que Estados Unidos ha abandonado el liderazgo mundial, especialmente en materia de cambio climático, la cooperación chino-europea ha cobrado aún más importancia.
Con esto en mente, los líderes chinos y europeos deberían centrarse en cuatro prioridades. En primer lugar, China debe establecerse objetivos de reducción de emisiones más ambiciosos. De lo contrario, los populistas europeos que critican los compromisos climáticos por costosos e inútiles probablemente obtendrán más apoyo electoral. Pero si China aumenta sus ambiciones, Europa debería reforzar sus propios objetivos y políticas a medio plazo para garantizar el cumplimiento de sus compromisos a largo plazo.
En segundo lugar, China debería redoblar sus esfuerzos para descarbonizar la industria pesada, impulsando la innovación en los sectores del acero, el cemento y la química. Esto requerirá un aumento constante de los precios del carbono aplicados a todos los sectores industriales, idealmente convergiendo a los niveles europeos.
En tercer lugar, Europa debería acoger con satisfacción el liderazgo de China en tecnologías limpias, adoptando un enfoque basado en hechos para abordar cuestiones de competitividad y seguridad. Siguiendo las recomendaciones de la Comisión de Transiciones Energéticas, esto implicaría la apertura a las importaciones de productos que representan un riesgo mínimo para el empleo europeo (como los paneles solares) y a la inversión china en sectores como las baterías y los vehículos eléctricos.
Por último, Europa y China deberían trabajar con otros países para liberar los flujos de financiación necesarios para acelerar el crecimiento de la energía limpia en África y en otros países de bajos ingresos.
El liderazgo chino en tecnología verde ha creado una oportunidad que el mundo no puede permitirse desaprovechar. Europa debe colaborar con China para aprovechar ese potencial.
*Adair Turner es presidente de la Comisión de Transiciones Energéticas. Derechos de autor: Project Syndicate, 2025.