Un bosque debería ser un lugar donde la biodiversidad encuentre su espacio vital para desarrollar su extraordinaria complejidad. Sin embargo, en pleno siglo XXI, mientras el mundo continúa debatiendo cómo abandonar los combustibles fósiles y acelerar la protección de los ecosistemas, nuestro país, en Salta, esconde un pozo petrolero abandonado en el medio de un bosque protegido que hoy funciona como una fuente continua de contaminación a cielo abierto.
En la localidad de Pichanal, a 250 km de la capital provincial, en Puesto Guardián, Lomas de Olmedo (un área clasificada por la provincia de Salta como Ecosistema Prioritario para la Conservación) los gases y fluidos tóxicos que brotan sin control ya arrasaron con fauna y vegetación local, desplazaron familias enteras y extendieron una mancha de muerte sobre el bosque nativo. Los colores naranjas y ocre que revelan la contaminación entre el verde de los bosques colindantes a este pozo dejan a la vista una imagen tétrica. En menos de seis meses, la zona se transformó en un paisaje irrecuperable que revela, con crudeza, el costo ambiental de la desidia.
Lo que ocurre allí no es un incidente aislado: es el síntoma de un sistema extractivo que opera sin responsabilidad y que sigue tratando a los territorios más frágiles como zonas de sacrificio. En la transición entre el Chaco Seco y la Selva de Yungas, conviven especies emblemáticas (el oso hormiguero, el pecarí labiado, el ocelote, la tortuga acuática chaqueña y aves como el ñandú, el águila coronada o el halcón pecho naranja) que hoy encuentran su hábitat envuelto en una nube tóxica. La fuga a alta presión, recientemente intensificada, envenena el aire, el suelo y el agua. Lo que antes era biodiversidad en equilibrio, hoy es una postal del abandono.
Muchos de los que viven en la zona ya tuvieron que abandonar sus casas. Están respirando veneno y perdiendo su modo de vida mientras esperan decisiones que no llegan. La última empresa responsable se retiró sin reparar los daños y las autoridades aún no ofrecen una solución concreta. La contaminación ya ocupa unas 20 hectáreas netas, y el riesgo de incendios crece día a día. No estamos frente a un problema menor: estamos ante un colapso ambiental cuya progresión es, literalmente, visible a simple vista. El pozo “desbocado” y sin responsables, deja en evidencia que los sistemas de control ambiental en los yacimientos petroleros son muy débiles y poco les importa cómo dejan el ambiente una vez exprimidos los recursos.
Hoy es indispensable actuar con la misma rapidez con la que avanza el daño. La remediación del área debe ser inmediata, acompañada de medidas que garanticen que situaciones como esta no vuelvan a repetirse. El bosque salteño no puede ser tratado como un depósito de pasivos ambientales ni sus comunidades como variables descartables.
Quienes trabajamos por la protección de los ecosistemas sabemos que la recomposición es posible, pero solo si se interviene a tiempo y con responsabilidad. Y también sabemos que este modelo basado en la expansión fósil en territorios de alto valor ecológico es insostenible y profundamente injusto. Puesto Guardián no es solo un pasivo ambiental: es el recordatorio de que la transición energética no puede postergarse más y que la protección de los bosques es crucial para el futuro del planeta. Una transición energética ecológica y justa requiere enfrentar las consecuencias del modelo fósil que aún persiste, remediar sus pasivos ambientales y reparar a la población afectada por sus operaciones.
La ciudadanía ya está reclamando. Los pobladores ya están reclamando. Y nosotros también lo hacemos: ¡basta de petróleo en los bosques! Es momento de reparar el daño, de proteger a quienes viven allí y de entender que cada hectárea de naturaleza perdida es una derrota colectiva. El futuro depende de decisiones valientes ahora. No debemos perder la empatía por la vida del monte, menos cuando esta clama por persistir.
* Noemí Cruz es Coordinadora de la Campaña de Bosques de Greenpeace Argentina.
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