El fenómeno de las megaconstelaciones de satélites está transformando el entorno espacial y plantea preocupaciones significativas sobre la contaminación atmosférica. SpaceX, con su proyecto Starlink, lidera este movimiento y actualmente opera una flota de aproximadamente 6.500 satélites. Se espera que este número crezca a más de 40.000 para la década de 2030, mientras que otros proyectos como Amazon Kuiper y los proyectos chinos G60 y Guowang también planean lanzar miles de satélites.
A diferencia de los satélites tradicionales, las megaconstelaciones buscan reemplazar sus satélites cada cinco años con tecnología más avanzada, lo que implica que los satélites antiguos se desintegren al reingresar a la atmósfera terrestre. Este proceso, junto con el lanzamiento de cohetes necesarios para colocar estos satélites en órbita, genera una serie de contaminantes.
Jonathan McDowell, astrónomo del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian, ha notado un aumento significativo en la cantidad de desechos espaciales que se desintegran en la atmósfera. Mientras que anteriormente se registraban entre 50 y 100 etapas de cohetes reingresando cada año, ahora se observan alrededor de 300.
En 2019, aproximadamente 115 satélites se desintegraron en la atmósfera. Para finales de noviembre de 2024, ya se había alcanzado un récord con 950 satélites reingresando, según McDowell.
El volumen de chatarra espacial que se vaporiza seguirá creciendo en consonancia con el tamaño de las flotas de satélites. Se estima que para 2033, podría alcanzar las 4.000 toneladas por año, según se presentó en un taller sobre la protección de la Tierra y el espacio exterior de la eliminación de naves espaciales y desechos, celebrado en la Universidad de Southampton en el Reino Unido.
Un aspecto crucial es que la mayor parte de las cenizas producidas por estos reingresos permanecerán suspendidas en la atmósfera media durante décadas, o incluso siglos. Sin embargo, obtener datos precisos sobre la desintegración de satélites es casi imposible debido a la altitud donde ocurre, que es demasiado alta para globos meteorológicos y demasiado baja para instrumentos de sondaje en satélites.
En septiembre, un equipo de investigadores a bordo de un jet convertido en laboratorio científico despegó desde Isla de Pascua para observar la desintegración del satélite Cluster Salsa sobre el Océano Pacífico. Aunque no pudieron ver el momento exacto de la explosión, las mediciones fueron realizadas con cámaras a través de ventanas cubiertas para evitar distorsiones de luz.
Jiri Silha, CEO de Astros Solutions, una compañía eslovaca centrada en la conciencia situacional espacial, coordinó esta campaña de observación. La empresa está desarrollando nuevas técnicas para el monitoreo de desechos espaciales, un esfuerzo crucial para abordar los desafíos ambientales que plantea el creciente número de satélites.
El cambio en la química atmosférica debido a estos fenómenos sigue siendo un área de investigación en desarrollo, subrayando la necesidad de una mayor comprensión y monitoreo de los efectos a largo plazo de las megaconstelaciones en la atmósfera terrestre.
Fuente: Technology Review.