Frente a la urgencia del cambio climático, Argentina necesita transformar su matriz energética y empezar a usar fuentes renovables. La transición energética, enfocada en adoptar energías limpias, podría abrir una puerta para romper con un modelo económico que depende de combustibles fósiles y exportaciones de materias primas. Esta transformación no es solo un tema ambiental, sino una oportunidad para reducir nuestra vulnerabilidad estructural y construir una economía más diversificada y resiliente. La pregunta sigue siendo: ¿podrá Argentina hacer este cambio sin repetir los ciclos de dependencia y volatilidad económica que tanto la han marcado?
Energía fósil y leyes ambiciosas: mucho ruido y pocas nueces
La matriz energética sigue dominada por los combustibles fósiles, que representan aproximadamente el 88% de su consumo energético. A pesar de avances en los últimos años, como el programa RenovAr en 2016, el país todavía enfrenta dificultades para desarrollar un sector de energías renovables capaz de competir en una matriz estructuralmente dependiente del gas natural y el petróleo.
En este contexto, la Ley de Energías Renovables (27.191) fijó una meta ambiciosa: que el 20% de la electricidad provenga de fuentes renovables para 2025. Este compromiso es parte de una estrategia más amplia, que incluye tanto compromisos climáticos nacionales como la transición hacia una economía baja en carbono bajo el Acuerdo de París.
Los compromisos de Argentina en sus Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC) sirven como hoja de ruta para reducir emisiones y avanzar en la transición energética. En la NDC revisada, el país se comprometió a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 27,7% para 2030 en comparación con los niveles de 2007. Esta promesa implica no solo incorporar renovables en la matriz, sino también reducir los subsidios a los combustibles fósiles e implementar políticas de eficiencia energética para disminuir la demanda de energía convencional.
En cuanto a los escenarios, Argentina ha establecido objetivos a largo plazo para 2050, visualizando una transformación progresiva de su matriz energética hacia fuentes renovables. Estos escenarios, incluidos en el “Escenario Energético 2030-2050” del Ministerio de Energía, proponen que el país alcance al menos un 50% de generación de energía renovable para 2050, integrando fuentes como la eólica, solar, hidroeléctrica y biomasa. Este enfoque reconoce el potencial de Argentina para desarrollar energía limpia, especialmente en áreas con alta capacidad eólica y solar. Sin embargo, lograr estos objetivos requiere superar barreras actuales en infraestructura, financiamiento y regulación.
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A medida que se acerca el plazo de 2025 para la meta de la Ley de Energías Renovables, la necesidad de actualizar esta legislación se hace cada vez más evidente. Una revisión de la ley podría adaptarse a las nuevas realidades y desafíos de la transición energética global, promoviendo políticas que conviertan a las renovables en el centro de la estrategia de descarbonización del país. Esta actualización representa una oportunidad crucial para alinear la política energética con los compromisos climáticos de Argentina, asegurando un avance sólido hacia una matriz energética menos dependiente de los combustibles fósiles y más resiliente ante los impactos económicos y ambientales del cambio climático.
Una ventana verde de oportunidad: ¿aprovecharla o dejarla pasar?
Argentina tiene ante sí una gran “ventana verde de oportunidad”, un momento en que sus abundantes recursos renovables podrían ser la base de un nuevo modelo de desarrollo. La geografía del país ofrece un potencial único para la generación eólica en la Patagonia y la energía solar en el norte, además de poseer una de las mayores reservas de litio en el Triángulo del Litio, esencial para tecnologías de almacenamiento de energía. Al aprovechar estos recursos, Argentina podría no solo reducir su dependencia de los combustibles fósiles, sino también fomentar el crecimiento de una economía industrial basada en energías renovables. Este enfoque va más allá de la mera producción de energía limpia, incluyendo la creación de empleos de calidad, la reducción de desigualdades regionales y la promoción de una industria nacional competitiva en sectores de alto valor.
Para aprovechar plenamente este potencial, se necesita construir una política industrial verde que no solo incentive la producción de energía limpia, sino también facilite la diversificación de su matriz productiva y la generación de empleos en sectores estratégicos. La expansión de las renovables representa una oportunidad para fortalecer la resiliencia económica y mejorar la calidad de vida, especialmente en comunidades marginadas que enfrentan altos costos energéticos o acceso limitado a fuentes de energía confiables.
La transición hacia las energías renovables en Argentina enfrenta desafíos importantes, arrancando por la persistencia de los subsidios a los combustibles fósiles. Estos subsidios, que en teoría hacen la energía más asequible en el corto plazo, desvían recursos financieros que podrían dirigirse al desarrollo de infraestructura de energía limpia. Aunque el gas y el petróleo siguen siendo necesarios para ingresos a corto plazo, la falta de una estrategia clara para reducir gradualmente esta dependencia limita las posibilidades de un cambio estructural hacia una matriz más limpia.
Otro desafío crucial es la infraestructura de transmisión y distribución. Sin inversión adecuada en redes de transmisión, la capacidad de generación renovable de Argentina no puede integrarse plenamente en el sistema eléctrico nacional. La falta de planificación y de una infraestructura modernizada dificulta la distribución de la energía producida a partir de fuentes renovables, y construir una red robusta es esencial para maximizar el potencial de la energía limpia en todo el país. Estos desafíos requieren un enfoque a largo plazo y una inversión significativa en infraestructura, asegurando no solo la viabilidad de las renovables, sino también su accesibilidad para todas las regiones del país.
La transición energética: una oportunidad que debe incluir a todos
Para que Argentina avance de forma sostenible hacia una matriz basada en energías renovables, es esencial construir un consenso social amplio y sostenido que permita una distribución justa de los beneficios de este cambio. La transición hacia las renovables no debería entenderse solo como un objetivo ambiental, sino como una herramienta para mejorar la calidad de vida y reducir la desigualdad energética en todo el país. Este proceso debe diseñarse de manera que los costos no recaigan desproporcionadamente sobre los sectores más vulnerables, evitando así un aumento en las desigualdades existentes.
El camino hacia una matriz energética limpia requiere políticas inclusivas y comprometidas, capaces de disipar la idea de que las renovables son inalcanzables y de mostrar que una política energética justa es esencial para el desarrollo económico y social.