Si pensáramos en una forma concreta y cotidiana para mejorar el mundo en que vivimos, podríamos resumirla en el título de esta nota. Surgió en mi cabeza mientras viajaba en avión, por el hecho de que intenté utilizar la bolsa de papel que disponen en cada asiento, para guardar algunas cosas. El primer intento falló: la bolsa frente a mí tenía dentro un chicle pegado, por lo cual ni pude abrirla; intenté abrir la del asiento vacío a mi lado y, sorprendentemente, me pasó lo mismo.
Esta situación me hizo reflexionar en lo poco que solemos pensar en quien va a venir después. Imaginé que si hubiese necesitado la bolsa para una situación urgente de mareo, la consecuencia de encontrarla imposible de abrir hubiera sido bastante incómoda. Muchos pensarán bueno, las bolsas deberían ser revisadas por el personal de la empresa; no obstante, creo que ellos solo las reponen cuando faltan; quien usa la bolsa al menos con un chicle, debería entregarla cuando retiran la comida, o simplemente guardarla en su bolso para tirarla luego. Y no creo que una actitud semejante tenga que ver con la educación recibida ya que, en su mayoría, quienes pueden acceder al privilegio de viajar en avión tienen un nivel de educación bastante aceptable.
Se trata de otra cosa: estamos acostumbrados a pensar en una forma demasiado individualista. Así, en general tomamos muchas decisiones pensando en mí, en lo mío, en lo que yo necesito, deseo, pienso. A todos nos agrada entrar en un baño que esté bien cuidado, limpio, ordenado, sin roturas y con buen aroma; no obstante, nuestra actitud de cuidado hacia esos espacios cuando son públicos suele ser diferente a cuando son privados, como sería el caso de la casa de algún conocido. ¿Por qué actuamos de manera tan distinta? Podríamos pensar que es porque en los espacios públicos, como no conocemos a quien viene después, no nos importan ni su opinión ni su confort. Solo deberíamos saber que a la larga, en esa cadena, quien viene luego somos nosotros.
Ampliando estas situaciones a una mayor perspectiva, es lo que sucede también con los recursos de nuestro planeta. ¿Acaso pensamos en los que vienen después?
Felizmente hay muchos en el mundo que sí piensan y actúan de acuerdo con ello. Y probablemente serán cada vez más. Muchos que no tiran basura al piso o levantan la que otros tiran, muchos que limpian el agua que salpican al lavarse las manos en un baño público o la que otro salpicó, muchos que ordenan lo que desordenan o lo que otro desordenó, muchos que reparan lo que rompieron o lo que otro rompió, muchos que tiran la bolsita usada del avión o la que otro usó, muchos que cuidan lo que otros descuidan… Muchos que tienen la delicadeza y consideración de pensar en quienes vienen después.
*Este artículo fue escrito por Natalia Aramburú, directora en DeRose Method Ciudad de Mendoza