En un momento histórico marcado por la incertidumbre geopolítica y las crisis climáticas, Europa enfrenta una decisión crítica: fortalecer su arsenal militar o priorizar la protección social y ambiental. Mientras los gobiernos debaten el aumento del gasto en defensa, economistas y activistas advierten sobre el costo oculto de esta elección: el desmantelamiento progresivo de los sistemas de bienestar y la desaceleración de la transición ecológica.
La cumbre de la OTAN ha reavivado el debate sobre el destino de los presupuestos públicos. Varios países, liderados por el Reino Unido, han anunciado incrementos sustanciales en sus asignaciones militares, argumentando que es una respuesta necesaria a un mundo más inseguro. Sin embargo, organizaciones como la New Economics Foundation (NEF) cuestionan esta lógica.
Sebastian Mang, analista de la NEF, señala a The Guardian que “elevar el gasto militar no solo desvía recursos de áreas urgentes como la vivienda, la salud o la acción climática, sino que además genera una falsa sensación de seguridad”. Según el especialista, la verdadera amenaza no son solo los conflictos bélicos, sino la degradación ambiental y la desigualdad social, factores que alimentan inestabilidad a largo plazo.
El dilema de las finanzas públicas
Los críticos del rearme europeo sostienen que los gobiernos están ignorando un principio básico: la seguridad no se construye solo con tanques y misiles. En un continente donde millones de personas luchan contra la pobreza energética, la falta de acceso a viviendas dignas y los efectos del cambio climático, reducir fondos a políticas sociales puede tener consecuencias devastadoras.
Por ejemplo, mientras Alemania anuncia inversiones récord en defensa, sus sistemas de salud y pensiones muestran signos de tensión. En Francia, el aumento del presupuesto militar contrasta con protestas ciudadanas que exigen más recursos para servicios públicos. Incluso la Comisión Europea, que promueve el Pacto Verde, enfrenta contradicciones al no garantizar que los fondos para la transición ecológica estén blindados frente al gasto bélico.
Los defensores del aumento del gasto en defensa argumentan que es una medida preventiva ante posibles conflictos. Sin embargo, expertos en seguridad internacional recuerdan que las mayores crisis actuales —desde las migraciones masivas hasta las hambrunas— tienen raíces socioambientales, no militares.
Un informe reciente del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI) revela que, si bien Europa ha incrementado su gasto militar en un 13% desde 2022, los presupuestos para cooperación climática y ayuda humanitaria siguen estancados. Esta desproporción, advierten analistas, podría exacerbar las tensiones en regiones vulnerables, creando más conflictos en el futuro.
Frente a este escenario, surgen voces que proponen un modelo de “seguridad integral”, donde la protección de los ciudadanos no dependa únicamente de ejércitos, sino de políticas que combatan las causas profundas de la inestabilidad. Entre ellas, se propone mayor inversión en energías renovables, refuerzo de los servicios públicos y cooperación internacional.
Fuente: The Guardian