Vivimos en una época donde el decir las cosas genera miedo o decidimos mirar para un costado. En especial cuando hablamos de inseguridad; pero no solamente referido a los hechos delictivos sino también a los distintos factores y ambientes que hacen inseguros a nuestros barrios, plazas, parques, calles y veredas.

En los barrios ya no hay normas, ni las instituciones dan el ejemplo. Y menos aún la clase política con los mismos personajes de siempre que lloran por el Papa y más de una vez lo repiten con el “Laudato si’”, “el cuidado de la casa común”, esa famosa encíclica papal tan especial, pero al mismo tiempo tan desvalorizada, que ni ellos mismos se la creen.
No podemos hablar del cuidado de la casa común y de inseguridad sino tomamos medidas urgentes que construyan y no destruyan la ciudad; medidas que mejoren el Parque Camet, Sierra de los Padres, las playas y los acantilados; medidas donde todos ttomemos conciencia desde lo más significativo, como separar los residuos y no
desechar y generar micros basurales o quemar la basura.

No podemos hablar de casa común si no defendemos los espacios públicos. Menos aún cuando se roban hasta la vereda, como lo hace el club Biguá, que pone en peligro incluso la vida de sus propios jugadores y de los pasajeros que ascienden y descienden de los colectivos (541 y 581). En definitiva, no podemos hablar de casa común si no valoramos lo que tenemos.
Seamos razonables, defendamos los espacios públicos, las veredas y nuestras calles, defendamos nuestra casa común, nuestra ciudad llamada Mar del Plata.
No pongamos en peligro nuestras vidas y la de nuestros hijos, construyamos no solo nuestro futuro sino también nuestro presente.
Porque sin presente no hay futuro.
*Este artículo fue escrito por Pablo, un ciudadano de Mar del Plata.













