La IV Cumbre CELAC–UE en Santa Marta terminó, pero abrió una pregunta clave:
¿pueden América Latina, el Caribe y Europa construir una alianza estratégica en un mundo que cambia más rápido que sus decisiones?
La cumbre fue, en esencia, un intento por aggiornarse. Por reconocer que el multilateralismo está en crisis, que las tensiones geopolíticas atraviesan cualquier mesa de negociación y que, aun así, los vínculos birregionales siguen siendo imprescindibles para enfrentar desafíos que ningún actor puede resolver solo: crisis climática, transición digital, desigualdad, migración y seguridad alimentaria.
Un diálogo que vuelve a tomar fuerza
La Cumbre CELAC–UE había estado prácticamente congelada por ocho años. Su reactivación marca un gesto político importante:
Europa necesita a América Latina y el Caribe más de lo que admite, y la región ve en la UE un socio que ofrece algo diferente a China y EE.UU.:
financiamiento verde, estándares ambientales más altos y cooperación técnica de largo plazo.
Si hubo un consenso claro, fue este: la transición verde no puede esperar. Europa lo necesita para cumplir sus metas climáticas; América Latina y el Caribe para financiar la adaptación y proteger sus ecosistemas.
En ese punto, el anuncio de CAF —40.000 millones de dólares en cinco años para crecimiento sostenible— actuó como un puente entre ambos bloques.
También se reforzó Global Gateway, la estrategia europea que busca invertir en infraestructura energética, digital y de transporte con estándares sociales y ambientales más altos.
Un triángulo virtuoso: Estado, empresas y sociedad civil
Por primera vez, la declaración de la sociedad civil llegó directamente al plenario de presidentes.
Y en paralelo, empresarios de ambos continentes discutieron comercio, digitalización, cadenas de valor y transición energética.
La señal es clara: la nueva relación birregional no se negocia solo entre gobiernos—se construye con actores múltiples.
La próxima cumbre será en Europa dentro de dos años. Hasta entonces, los desafíos están planteados:
- pasar del discurso a proyectos concretos,
- acelerar inversiones en transición justa,
- fortalecer las cadenas de valor birregionales,
- y poner a las personas en el centro, no solo a los mercados.
La alianza CELAC–UE tiene historia, pero lo que se juega ahora es su futuro. En un mundo fragmentado, puede ser —si se lo propone— una de las pocas coaliciones capaces de impulsar cooperación real, desarrollo sostenible y estabilidad en ambos continentes.













