La pregunta suena rara: ¿qué puede tener que ver un mamífero del monte tucumano con un caramelo? Mucho más de lo que cualquier se pueda imaginar. El pecarí de collar es una especie clave de la Yunga Pedemontana, un verdadero “arquitecto del bosque” que ayuda a regenerar el bosque y mantener vivo un ecosistema. Y ese bosque, a su vez, es fundamental para la producción de azúcar. El resultado final es que ese azúcar puede terminar en un caramelo de Arcor. La conexión es invisible a primera vista, pero revela algo esencial: la producción depende de la conservación.
El pecarí de collar dispersa semillas, remueve suelos y abre claros que permiten la regeneración del bosque. Su presencia asegura un ecosistema dinámico y resiliente. Cuando desaparece, el bosque se empobrece. Y sin bosque, se pierden servicios ecosistémicos esenciales: regulación del agua, vital para cultivos de caña de azúcar; preservación de polinizadores, que sostienen la productividad agrícola; regulación climática, que mitiga extremos de calor y sequía. Todo ese entramado sostiene la producción de azúcar en Tucumán. Y esa azúcar llega, transformada, a miles de productos, incluidos los caramelos que forman parte de la vida cotidiana de millones de personas. Esto demuestra que efectivamente existe una línea directa entre un pecarí de collar y un caramelo.
La historia del pecarí y el caramelo nos abre una ventana a un desafío mucho más amplio que enfrentamos como humanidad: la crisis de biodiversidad, y el hecho de que cuando la biodiversidad se erosiona, la economía tambalea. Según el último informe Living Planet (WWF), las poblaciones de vertebrados silvestres han caído un 73 % desde 1970. Más de un millón de especies están en riesgo de extinción, según la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES). El 44 % del PBI global depende directamente de la naturaleza y sus servicios ecosistémicos, de acuerdo con el Foro Económico Mundial.
En Grupo Arcor entendemos esa conexión y por eso conservamos 20.000 hectáreas de bosques nativos en Tucumán y Misiones, integrando la biodiversidad en la planificación productiva. Así favorecemos una relación positiva entre áreas naturales y áreas de producción agroforestal, mostrando que es posible producir y, al mismo tiempo, conservar ecosistemas. Porque creemos que cuidar la biodiversidad es cuidar la base productiva.
No se trata de elegir entre caramelo o pecarí. Se trata de reconocer que ambos se necesitan. Que la producción depende de la naturaleza y que la conservación necesita recursos generados por la producción. Innovar en modelos productivos que regeneren en lugar de degradar, valorar económicamente los servicios ecosistémicos y promover alianzas que integren conservación, producción y comunidad son caminos posibles.
La próxima vez que cada uno abra un caramelo a partir de ahora, seguramente pensará en el pecarí de collar. Su destino y el de todos nosotros están más unidos de lo que parece. Porque sin pecarí no hay bosque; sin bosque no hay agua ni polinizadores; sin ellos no hay azúcar; y sin azúcar, tampoco caramelos. El desafío es claro: tenemos que redefinir el contrato entre economía y naturaleza.
*Bárbara Bradford es Gerente Corporativa de Sustentabilidad en Grupo Arcor.
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