En uno de los lugares más remotos y aparentemente intocados del planeta, la península Byers en la Antártida, se ha descubierto una realidad alarmante. A pesar de su aislamiento extremo, esta zona protegida ha sido invadida por residuos humanos, como botellas de plástico, bidones y ojotas (chancletas), que han viajado miles de kilómetros a través de los océanos hasta llegar a sus costas.
Impacto de la contaminación en la Antártida
Según publicó National Geographic, los científicos, liderados por el profesor Jesús Ruiz Fernández de la Universidad de Oviedo, se encontraban en la región estudiando el retroceso de los glaciares y la evolución de los ecosistemas cuando se toparon con esta evidencia de contaminación global. La península Byers, designada como un Área Antártica Especialmente Protegida, ha sido testigo de la llegada de plásticos, vidrio, calzado y envases, a pesar de sus estrictas restricciones de acceso y su biodiversidad única adaptada a condiciones extremas.
Este hallazgo no solo pone en peligro la conservación de un lugar considerado intocable, sino que también destaca la interconexión de los océanos y la capacidad de las corrientes marinas para transportar desechos a través de vastas distancias. Además, la presencia de estos residuos en la Antártida resalta los efectos devastadores de la actividad humana en entornos remotos y frágiles.
La acumulación de desechos antropogénicos en otras regiones de la Antártida, como Harmony Point en la isla Nelson y la isla Bird, evidencia que la contaminación marina es un problema creciente en lugares de difícil acceso. Los plásticos, en particular, representan una amenaza significativa para la fauna local, atrapando a animales marinos y alterando las cadenas alimenticias en todo el ecosistema antártico.
*Fuente: Infobae