✍️Este artículo fue escrito por: Mayra Eugenia Armijos, Mgtr., Coordinadora de Círculos | Movimiento Laudato Si’ Ecuador.
Mirar a los ojos, tomar un café y hablar de sueños, escribir cartas a mano, ver el atardecer, bailar sin música, armar un álbum de recuerdos, pintar, caminar bajo la lluvia, sembrar vida, caminar descalzos, contemplar el amanecer, brindar ayuda, desconectarnos del ruido digital por un día… Todas estas acciones sencillas, humanas y profundamente espirituales nos recuerdan una verdad esencial: vivimos en una casa común que late, que habla, que genera éxtasis al contemplarla, que llora cuando se le hiere.
Hoy ese latido es opacado por el estruendo de las máquinas que desgarran montañas, por las aguas que dejan de correr o en su curso son contaminadas, por los bosques arrasados en nombre del progreso que se mide en toneladas de minerales extraídos y cifras de exportación.
Frente a este modelo de desarrollo detenernos a valorar lo esencial se convierte en un acto de resistencia, de conciencia y de amor por la Tierra. Sembrar vida en lugar de extraerla, contemplar el horizonte en vez de perforarlo, cuidar el agua en lugar de drenarla.
La minería en el contexto global
Hoy, el mundo gira en torno a la tecnología. Computadoras, celulares y autos eléctricos dependen de minerales como el aluminio, el cobre, el litio, el oro o el cobalto. En 2024, los principales países productores fueron Australia, Chile, China, Indonesia y la República Democrática del Congo (Banco Mundial, 2023). Se estima que más de 50 países dependen de los minerales como fuente principal de exportación.
Este modelo extractivo tiene un alto costo ecológico: la minería genera entre el 4% y 7% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (Global Climate Review, 2022) y produce el 10% de los residuos sólidos del planeta (PNUMA, 2021). También es responsable de la deforestación acelerada en regiones como la Amazonía, y de la contaminación de ríos y acuíferos con metales pesados, sin mencionar sus consecuencias sociopolíticas y socioculturales.
Una mirada desde Laudato Si’
La encíclica Laudato Si’ no rechaza la tecnología ni el desarrollo, pero nos preguntamos si esos avances están al servicio de la vida o del consumo. El Papa Francisco advertía que “cuando se analiza el impacto ambiental de alguna iniciativa económica, se suele dejar de lado el análisis de sus efectos sobre la sociedad local” (§183).
En contraste, propuso una ecología integral que no separe lo ambiental de lo humano. Nos recordó que todo está conectado, que la Tierra es un organismo vivo, y que el desarrollo debe regirse por límites éticos. Hablar de minería en clave de esperanza es reconocer el dolor, pero también abrir caminos posibles hacia formas más justas, sostenibles y humanas de relacionarnos con los bienes de la Creación, en suma, caminar hacia una transición energética justa.
Volver a lo esencial: una espiritualidad del cuidado
Quizás la verdadera transición no sea solo energética, sino también interior. Una conversión que nos devuelva la capacidad de sentir la tierra bajo los pies, de regalar una planta, de ayudar a un niño o a un anciano, de contemplar un atardecer sin prisas. El Papa Francisco ha insistido en la formación de los tres lenguajes humanos: el de la cabeza, el del corazón y el de las manos; la coherencia que debe regir nuestras vidas, de tal manera que aprendamos a pensar lo que sentimos y lo que hacemos. Asimismo, a sentir lo que hacemos y lo que pensamos, y a hacer lo que sentimos y lo que pensamos. (Encuentro sinodal en el Vaticano con rectores de universidades latinoamericanas y caribeñas, 2023).
Los minerales son “recursos” finitos y no renovables, nuestras decisiones como ciudadanos, consumidores, gobernantes y creyentes deben orientarse hacia una reducción del consumo, la justicia ambiental y la protección de la vida. Una conciencia ecológica que valore la memoria, la relación y la belleza como formas de resistencia frente a un modelo depredador.
Preguntaba el Papa Francisco en el documental «La carta»: ¿La tecnología es ecológica? Nuestra forma de producir y consumir habla de quiénes somos. Si estamos obligados a utilizar minerales, hagámoslo con conciencia, promoviendo legislación justa, defendiendo la vida y cuidando de quienes no tienen voz.
Organizar la esperanza significa cambiar los estilos de vida que agotan, regalar semillas que sanan, recuperar la ternura como acto político y sembrar memoria y justicia en los surcos abiertos de un mundo herido. Significa alzar la voz por quienes ya no están o aún no han llegado y cuidar la vida allí donde otros solo ven recursos. Solo así, cuando la tierra llore -como lo hace cada vez que se le arranca el alma a cielo abierto-, sabrá que no está sola -que hay corazones que laten por ella, manos que la defienden y cabezas que piensan cada día en maneras de construir un mundo mejor.
Para conocer cómo ser un animador Laudato Sí, buscas mayor información aquí.