Incendios en Los Ángeles: costos sociales e historias de esperanza

La reflexión de MLS sobre los incendios en Los Ángeles. (Foto: Pixabay)

Una semana después de que en 200 países se viera el icónico Desfile de las Rosas el Día de Año Nuevo, con 39 carrozas decoradas con flores, 24 bandas de música y 16 unidades ecuestres, un incendio estalló a unos kilómetros de distancia, en la vecina comunidad de Altadena (California, Estados Unidos). Incendio (apodado el incendio de Eaton) que supuestamente fue iniciado por una chispa en una línea de transmisión eléctrica de alto voltaje, y que eventualmente destruiría más de 9.400 estructuras y quemaría 5.700 hectáreas.

El mismo día, se inició otro incendio en el vecindario de Pacific Palisades de Los Ángeles, que finalmente quemó más de 6.800 estructuras, consumió casi 9.500 hectáreas y quemó casas hasta la orilla del Océano Pacífico, en un tiempo que normalmente sería la temporada de lluvias en Los Ángeles. Un vívido recordatorio de que los incendios catastróficos, alimentados por los patrones climáticos inducidos por el cambio climático, no ocurren solamente en tierras rurales con matorrales o en montañas boscosas, sino también en áreas urbanas.

La proliferación de vegetación seca, despojada de humedad por una ola de calor tardía en 2024 y casi sin lluvia durante la supuesta temporada de lluvias, creó la tormenta perfecta, cuando ráfagas de viento de alrededor de 130 km/h y sostenidas en el rango de 60 km/h enviaron brasas volando a kilómetros de distancia. Vientos que dejaron en tierra las aeronaves contra incendios y convirtieron las mangueras contra incendios en un “goteo de medicina” frente a los inmensos incendios, sobrecargando la infraestructura hídrica.

Incendios que trágicamente se cobraron la vida de 27personas, desplazaron a 200. 000 residentes en su punto máximo y ahora dejan consecuencias ambientales y sociales persistentes.

El costo social de los incendios

Tres semanas después de que los incendios se produjeran, un período de 24-36 horas de lluvias ocasionales tan solo produjo menos de 2.5 centímetros de lluvia. Sin embargo, obligó a dar avisos a la ciudadanía para que se mantuviera alejada de playas y océano, por la detección de altos niveles de contaminación en la arena y el agua adyacente al incendio de Palisades, a lo largo de las quince millas de playas que se extienden desde Malibú hasta Santa Mónica.

Con más de 16.000 estructuras destruidas, los residuos tóxicos restantes comprenden desde materiales de construcción quemados, productos químicos utilizados para la limpieza del hogar, jardinería y piscinas, hasta baterías de litio utilizadas en dispositivos electrónicos personales y vehículos eléctricos.

La Agencia Federal de Protección Ambiental está evaluando cada parcela y eliminando estos materiales peligrosos, previamente a que cada sitio sea limpiado completamente de todos los escombros.

Todas las fuentes de contaminación tóxica serán transportadas a través de comunidades vecinas a sitios de disposición temporales. Para los escombros del incendio de Eaton, la ubicación designada es un parque ubicado cerca de la cuenca del río San Gabriel, que es una fuente de agua regional. Lo que ha provocado protestas públicas en las reuniones de la ciudad y manifestaciones en las comunidades afectadas por el aumento del tráfico y la posibilidad de una contaminación a largo plazo si no se cumplen estrictamente las políticas de contención. La principal preocupación es que las partículas de ceniza tóxica, cargadas con una mezcla de ingredientes tóxicos, se filtren a las fuentes de agua subterránea, o, si están en el aire, pueden entrar en los pulmones de la personas y de allí migrar al torrente sanguíneo para dañar otros órganos internos.

Más allá de las consecuencias ambientales de estos incendios urbanos, están los costes sociales.

Unas 16.000 estructuras, la mayoría totalmente destruidas, han hecho que miles de residentes carezcan ya de hogar. Todos los recuerdos, objetos personales y para cubrir las necesidades básicas de la vida cotidiana son ya tan solo un recuerdo. Los estudiantes perdieron sus escuelas. Los padres perdieron recursos para el cuidado infantil. Al quedar destruidos los comercios, pequeñas empresas de vecindario, ahora sus empleados no tienen trabajo.

Iconos culturales locales como el Museo del Conejo en Altadena (conocido como el Lugar Más Saltarín del Mundo), que albergaba más de 40.000 artículos relacionados con conejos, o el Teatro Palisades, conocido por sus producciones teatrales originales, solo son meros recuerdos para sus dueños.

Y las imágenes de explosivas llamaradas y calles congestionadas forzando a la gente a abandonar sus autos y huir a pie, siguen siendo realidades vivamente impresas en aquellos que consiguieron escapar de los incendios, y de alerta para las comunidades vecinas de lo que se les podrían avecinar.

Enormes fueron también los desafíos a afrontar por aquellos cuya falta de movilidad hizo que sus evacuaciones fueran imposibles, incluso para los servicios de emergencia. Como los descritos en las noticias en una residencia de ancianos, que aún con ayuda, sin luces de calle, y vientos aulladores, tuvieron que apresurarse a mover a los residentes usando andadores, sillas de ruedas y camas de hospital.

Personalmente, en las últimas semanas he estado reflexionando sobre un día de principios de diciembre, en el que me encontraba en el centro de Los Ángeles ayudando en una colecta de regalos navideños y me detuve a comer un sándwich y ensalada de patatas en el histórico Philippe The Original. Mientras la cola avanzaba hacia la caja, conversé con una anciana afroamericana y su hijo sobre nuestros sándwiches favoritos, los dulces, los guisos y los famosos huevos duros encurtidos en salmuera de jugo de remolacha.

Ella me confió que era residente de Altadena y que su hijo la llevaba al centro cada año al edificio del condado para pagar el impuesto de su propiedad en persona, para así poder tener un recibo y saber lo que estaba pagado. En una casa en la que había vivido durante décadas, desde que llegó a California en los años sesenta.

La comunidad de Altadena había sido un refugio y un punto de concentración de viviendas en propiedad para la comunidad afroamericana de clase media, facilitando la construcción de riqueza intergeneracional. Este fenómeno contrastaba con la discriminación racial sistémica en el acceso a la vivienda, inherente a procesos como la gentrificación en ciudades vecinas como Pasadena, así como con las prácticas de redlining, que durante décadas negaron préstamos hipotecarios a afroamericanos.

¿Se habría quemado la casa que tanto quería en el incendio de Eaton? ¿Habría tenido que ser evacuada? ¿Cómo se estaría enfrentando a su situación actual? Rezo por ella, sin conocer su nombre, pero estoy segura de que su ánimo, y su actitud positiva la sostendrán.

A pesar de todas las llamas, cenizas y escombros, surgió la esperanza en forma de milagros. Hay personas que al regresar a sus hogares, siendo estos escombros carbonizados, encontraron que las estatuas de la Santa Madre María en el patio habían resistido intactas los incendios. Un bombero que exploraba la iglesia quemada en Pacific Palisades, encontró el Sagrario intacto. Al domingo siguiente, este se colocó en el altar de una iglesia vecina, que a pesar de recibir aviso de evacuación, no fue dañada. ¡Un milagro para ser visto! ¿El nombre de la iglesia donde se encontró el Sagrario? …. ¡Corpus Christi!

*Este artículo fue escrito por Barbara Born de Movimiento Laudato Si’, Iberoamérica – Red Eclesial Ecológica Mesoamericana REMAM. Para conocer cómo ser un animador Laudato Sí, busca mayor información aquí.

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