Desde su invención, el plástico ha revolucionado la vida humana, pero también ha dejado una huella imborrable en el planeta. Un estudio reciente, basado en colecciones de historia natural y publicado en la revista Nature, revela que los microplásticos han estado presentes en los ecosistemas de agua dulce desde hace más de 50 años, mucho antes de lo que se pensaba. Investigadores del Centro de Biodiversidad Naturalis en Leiden (Países Bajos) descubrieron que las larvas de tricópteros (Trichoptera), insectos acuáticos conocidos por construir carcasas con materiales del entorno, ya incorporaban microplásticos en sus estructuras en 1971. Este hallazgo retrasa en 47 años el primer registro conocido de este fenómeno y subraya la larga historia de la contaminación plástica en ambientes prístinos.

Tricópteros: arquitectos subacuáticos
Los tricópteros son insectos cuyas larvas habitan en ríos y arroyos, donde construyen carcasas protectoras con fragmentos de vegetación, arena y otros materiales disponibles. Sin embargo, en la era del Antropoceno, estos organismos también utilizan microplásticos como materia prima. Estudios previos habían documentado este comportamiento en ríos contaminados, pero el nuevo análisis de especímenes de museo muestra que la contaminación por plásticos afectaba incluso a manantiales de aguas subterráneas aparentemente limpias.
El equipo examinó 549 carcasas de tricópteros preservadas en la colección del Naturalis. Entre ellas, destacó un ejemplar de Ironoquia dubia recolectado en 1971 en Loenen (Países Bajos), cuya carcasa contenía partículas amarillas y grises. El análisis con espectroscopía de rayos X (EDX) reveló la presencia de titanio, bario, azufre, zinc y plomo, elementos comunes en aditivos plásticos.
“Este descubrimiento es significativo porque 1971 fue también el año en que se describieron por primera vez los microplásticos en el océano“, explica uno de los autores. “Ahora sabemos que, paralelamente, ya estaban contaminando ecosistemas de agua dulce remotos”.
Más casos: los tricópteros de 1986
La investigación también identificó microplásticos en larvas de Chaetopteryx villosa recolectadas en 1986 en Oosterbeek (Países Bajos). Estas carcasas presentaban partículas azules con cloro y titanio, probablemente derivadas de espumas plásticas. “Lo sorprendente es que estos arroyos no estaban en zonas urbanas, sino en manantiales naturales”, señala el estudio.
Los resultados demuestran que:
- La contaminación por microplásticos es antigua: las primeras evidencias en agua dulce coinciden con su detección en el mar.
- Los ecosistemas prístinos no escaparon: incluso manantiales alejados de la actividad humana estaban afectados.
- Las colecciones de museos son claves: preservar especímenes históricos permite reconstruir la cronología de la polución.
*Este artículo fue redactado con base en el estudio original publicado en Nature.