Corea del Sur se ha convertido en un referente mundial en la gestión de residuos alimenticios. Gracias a un sistema innovador y eficiente, el país asiático logró reciclar un 97% de sus residuos orgánicos, superando ampliamente los índices de otros países.
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Un estudio reveló cómo el país se transformó en un ejemplo a nivel global de reciclaje de alimentos: cada año, Corea del Sur procesa cerca de 4,56 millones de toneladas provenientes de hogares, restaurantes y pequeños comercios. De esa cifra, 4,44 millones de toneladas se reciclan, lo que equivale a un 97,5% de residuos reutilizados.
Adiós a los desperdicios de alimentos: ¿Cómo lo logró Corea del Sur?
La clave del éxito surcoreano radica en el sistema Weight Based Food Waste Fee, un modelo que incentiva a la población a reducir el desperdicio de alimentos. Este sistema, en funcionamiento desde hace más de una década, obliga a los ciudadanos a pagar por la cantidad de residuos orgánicos que generan.
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Existen diversas modalidades para implementar este sistema:
- Bolsas autorizadas: los ciudadanos adquieren bolsas especiales para depositar los residuos orgánicos y luego las dejan en la puerta de sus hogares.
- Máquinas de medición: en algunos casos, se utilizan máquinas que pesan los residuos y envían la información a un centro de monitoreo, generando un cargo en la factura correspondiente.
La implementación de este sistema ha traído consigo múltiples beneficios:
- Reducción significativa de residuos: los surcoreanos han adoptado hábitos más conscientes en cuanto a la compra y consumo de alimentos, lo que ha llevado a una disminución drástica del desperdicio.
- Aprovechamiento de recursos: los residuos orgánicos recolectados se destinan a diversos fines, como la alimentación de ganado, la producción de fertilizantes y la generación de biogás.
- Protección del ambiente: al reducir la cantidad de residuos que van a parar a los vertederos, se disminuye la producción de metano, un potente gas de efecto invernadero.
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El caso de Corea del Sur demuestra que es posible implementar políticas efectivas para reducir el desperdicio de alimentos y promover la economía circular. Este modelo podría inspirar a otros países a adoptar medidas similares y contribuir a la construcción de un futuro más sostenible.