En un mundo cada vez más dependiente de la tecnología y las energías limpias, los minerales se han convertido en el nuevo petróleo, analiza un imperdible artículo de Project Syndicate, Pero esta vez, el centro de la disputa no está en Oriente Medio, sino en África, un continente que alberga el 30% de las reservas minerales conocidas del planeta. Desde el cobalto de la República Democrática del Congo hasta el platino de Sudáfrica, estos recursos son ahora el eje de una lucha geopolítica entre Estados Unidos y China, dos superpotencias que buscan asegurarse el control de las materias primas que alimentarán la economía del futuro.
La Nueva Guerra Fría: minerales vs. tecnología
La transición hacia energías renovables y vehículos eléctricos ha disparado la demanda de minerales críticos como litio, cobalto, tierras raras y grafito. Estos elementos son esenciales para fabricar baterías, paneles solares, turbinas eólicas y semiconductores, componentes sin los cuales la revolución verde y la inteligencia artificial simplemente no podrían existir.
Según revela Otaviano Canuto, ex vicepresidente y director ejecutivo del Banco Mundial, director ejecutivo del Fondo Monetario Internacional en Project Syndicate, China lleva años adelantada en esta carrera. Controla más del 60% del litio refinado, el 85% de las tierras raras y el 95% del manganeso global, gracias a una estrategia de inversión agresiva en minería y procesamiento. Su dominio no se basa en tener las mayores reservas, sino en su capacidad para transformar el mineral en productos de alto valor.
Estados Unidos, por su parte, ha despertado tarde a esta realidad. Depende en un 100% de las importaciones de 15 minerales críticos y en más de un 50% de otros 34, muchos de ellos provenientes de China. Esta vulnerabilidad ha llevado a Washington a tomar medidas drásticas, como la Ley CHIPS de 2022, que busca relocalizar la producción de semiconductores y reducir la dependencia de Pekín.
África en el Ojo del Huracán
El continente africano es clave en este tablero geopolítico. La República Democrática del Congo produce el 70% del cobalto mundial, esencial para las baterías de los coches eléctricos. Sudáfrica tiene el 80% de las reservas de platino, usado en la industria automotriz y en pilas de hidrógeno. Y países como Zambia y Zimbabwe son ricos en cobre y litio, respectivamente.
Sin embargo, a pesar de su riqueza mineral, África sigue atrapada en un modelo económico colonial: exporta materias primas sin procesar y pierde miles de millones en valor agregado.
Esta dependencia deja a las economías africanas expuestas a las fluctuaciones de los mercados y a la explotación de las grandes potencias.
La gran pregunta que se hace Canuto es si los países africanos podrán romper este ciclo y aprovechar su riqueza mineral para impulsar un desarrollo real. Algunas señales sugieren que hay oportunidades. El autor destaca las siguientes:
- El Corredor de Lobito: Un proyecto respaldado por EE.UU. para modernizar una línea ferroviaria que conecta Angola, RDC y Zambia, facilitando la exportación de minerales con valor agregado.
- Presión por acuerdos más justos: Gobiernos como el de Zambia están renegociando contratos mineros para quedarse con una mayor parte de las ganancias.
- Inversión en procesamiento local: Algunos países, como Marruecos, ya están construyendo plantas de refinación para no depender de China.
En conclusión, quien controle los minerales de África, controlará el futuro. Pero el continente tiene la chance de cambiar las reglas del juego.