¿Cuál es el recorrido que hizo esta remolacha para terminar en mi plato? ¿Quién la sembró, cuándo, dónde, en qué condiciones lo hizo? ¿Por qué hay un aumento descomunal de precios en los alimentos? ¿Lo que pagué por ella le llegó al productor o dónde quedó ese dinero? La Agricultura Familiar nos hace reflexionar sobre lo que pasa detrás de cada plato de comida en la mesa de los argentinos.
La semana pasada, el vocero presidencial Manuel Adorni dijo en conferencia de prensa que el Ministerio de Economía había decidido cerrar el Instituto de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena (INAFCI) y con el Consejo Nacional de Agricultura Familiar luego de “una revisión de datos calamitosos y desoladores”.
Adorni le dedicó al organismo varias chicanas, entre ellas, que era “ineficiente”, que era una “fiesta” del “gasto público” y la que más trascendió: que había “puestos de no trabajo”. ¿Son reales estas acusaciones? ¿Cuál es el rol de la Agricultura Familiar en la Argentina?
Agricultura Familiar: el “otro campo” que abastece al mercado interno
En contacto con EcoNews, el Ingeniero Agrónomo licenciado en la Facultad de Agronomía de la UBA, especializado en política agraria y desarrollo rural, y asesor de organizaciones y movimientos de la agricultura familiar, Carlos Carballo, detalló la importancia de este organismo que contribuye a alcanzar la seguridad y soberanía alimentaria del pueblo argentino.
“Hay un “campo” preocupado por los agronegocios de corto plazo, básicamente ligado a las exportaciones y el manejo de las divisas y cada vez más dependiente de los intereses de las grandes corporaciones internacionales y “otro campo” que quiere trabajar, vivir dignamente y alimentar a los pueblos, el de la agricultura familiar, campesina e indígena, pequeñas empresas y asalariados rurales. En ese “campo que no se quiere ver” algunos siempre fueron pobres, otros se fueron empobreciendo por las políticas desfavorables y terminaron siendo expulsados a los cordones de las ciudades”, comenzó su explicación Carballo, quien es también integrante de la Red de Cátedras Libres de Soberanía Alimentaria y Colectivos Afines-RED CALISAS.
Y continuó: “El 70% de las unidades de producción agropecuarias del país -ocupantes del 18 % de la tierra- están organizadas alrededor del trabajo del productor y su familia”. Para ejemplificar, enumeró: “Criollos, indígenas, descendientes de inmigrantes de distintos lugares del mundo, inmigrantes de países vecinos; agricultores de algodón, caña de azúcar, tabaco, yerba, té, granos, alfalfa, vino, flores, hortalizas, frutas; pescadores artesanales; recolectores de la producción de montes y bosques; criadores de cerdos, aves, ovejas, cabras y vacunos; productores de leña, carbón, miel, etc”.
“A pesar del aporte que realizan en lo económico, cultural, ambiental y social en todos los territorios del país, sus contribuciones fueron poco valoradas por el Estado, cuyas políticas los discriminaron sistemáticamente, aumentado sin freno la concentración -de la tierra, la producción, los mercados, el acceso a bienes y servicios y a tecnologías adecuadas- y múltiples consecuencias, como la degradación y contaminación de suelo, agua, aire y los alimentos. Todo esto está suficientemente demostrado por Censos y rigurosos estudios, que demuestran también el aporte del 60% del consumo de alimentos frescos de nuestra población; la vitalidad y solidaridad del “otro campo” como productor de alimentos se hizo evidente en muchas oportunidades, como por ejemplo en la epidemia COVID 19”, sumó.
La relación del INAFCI con la Ley Nacional 27.118
Carlos Carballo dice que desde 1993 hay programas y proyectos que fueron dando lugar a una creciente institucionalización de la agricultura familiar en distintas instancias del estado. Sin embargo, fue con la Ley Nacional 27.118 denominada “Reparación Histórica de la Agricultura Familiar para la construcción de una Nueva Ruralidad en la Argentina” y publicada en el boletín oficial a comienzos del 2015, que el marco legal tomaba otra importancia.
“Esta Ley conocida como “Ley de Agricultura Familiar” -superando dificultades y no sin contradicciones- permite que se jerarquicen Subsecretarías o Secretarías relacionadas con la agricultura familiar con equipos técnicos en todas las provincias que están comprometidos con los objetivos de la Ley, atentos a demandas cada vez más urgentes e integrales, y que son respetuosos de la participación de las familias que ahora tienen voz y quieren que la “nueva ruralidad” se construya democratizando el uso y acceso a los bienes naturales, a los alimentos y al buen vivir de toda la sociedad argentina”, afirmó.
Es por esto que la creación del INAFCI es prioritario para contribuir al cumplimiento de la Ley.
Favorecer a las grandes corporaciones y los monocultivos: el motivo de la disolución del INAFCI
“En el caso de la agricultura familiar y del INAFCI, ‘no sobra nadie’”, señaló el ingeniero agrónomo y agregó: “Todo lo contrario. Fueron insuficientes los técnicos y el presupuesto disponible para dar respuesta a las actividades destinadas a mejorar la calidad de vida de las familias rurales en todo el territorio”.
“Para eso es necesario un fuerte compromiso estatal y personal que no se puede improvisar, ya que se trata de complejos programas integrales que incluyen financiamiento, asistencia técnica, capacitación y promoción organizativa tanto para la producción, como para el agregado de valor y comercialización a nivel local, regional y nacional”.
“La decisión de reducir el número de técnicos para la agricultura familiar, eliminar la institucionalidad alcanzada -la disolución del INAFCI por ejemplo- es mucho más que una decisión burocrática: se trata de dejar librado a las decisiones del mercado la alimentación de los argentinos y de acelerar la depredación y el vaciamiento de los territorios por el extractivismo del monocultivo y las compañías mineras”.
Defender la Agricultura Familiar: la resistencia del pueblo y de las organizaciones
Hablar de Agricultura Familiar no es hablar de por sí de agroecología. No toda la producción de la agricultura familiar no lleva agrotóxicos, pero lograr que no se utilicen es uno de los objetivos más importantes, para alcanzar la sostenibilidad y trabajar y comer sin venenos.
La lucha por una alimentación sostenible está ligada a una producción sostenible. Y para eso es necesario apoyar la producción de la agricultura familiar y mejorarla.
Carlos Carballo entiende que hay un contexto complicado, pero no duda de la resistencia: “Los mecanismos de resistencia se multiplican, diversifican y avanzan en su articulación a nivel de los territorios específicos, por sector y multisectoriales”, dijo. Entre estas resistencias, nombró a las organizaciones gremiales relacionadas con los trabajadores estatales con un rol sumamente activo; a las asociaciones profesionales; entidades académicas; universidades; programas y proyectos; cátedras específicas y organizaciones estudiantiles que se expresan públicamente “en contra de las cesantías, del ajuste y/o de las políticas que se quieren promover”.
Incluso, dentro del listado remarcó la importancia de las “acciones concretas de sensibilización”, como los “mercadazos” y “verdurazos”.
“Transformar estas diversas y valiosas formas de “resistencia” en generación de propuestas alternativas y la articulación de estas en un programa popular más justo, económica, social, ambiental, cultural, política y éticamente más sustentable sigue siendo un desafío para todos nosotros”, concluyó.