El amaranto volvió a estar en la opinión pública por la noticia que dieron los cantantes Evaluna Montaner y Camilo Echeverry: esperan a su segundo hijo y llevará ese nombre. Es un nombre especial, ya que el amaranto es un grano ancestral cultivado por las culturas mesoamericanas desde hace miles de años que resurgió como un símbolo de resistencia frente a las grandes empresas agroquímicas y un aliado clave en la lucha por la soberanía alimentaria.
Conocido como “el grano de los dioses” por los aztecas, el amaranto ofrece una alternativa nutritiva y sostenible a los cultivos industriales dominados por compañías como Bayer Monsanto. Sus múltiples beneficios lo convierten en una opción atractiva para los agricultores que buscan diversificar sus cultivos, mejorar la salud del suelo y garantizar la seguridad alimentaria de sus comunidades.
Amaranto: un cultivo resiliente y nutritivo
El amaranto se destaca por su adaptabilidad a diversos climas y terrenos, incluso en condiciones áridas y con suelos pobres. Esta característica lo convierte en una opción ideal para pequeños agricultores que no tienen acceso a costosos insumos agrícolas ni a sistemas de riego tecnificados.
Además, posee un alto valor nutricional. Sus semillas son ricas en proteínas, hierro, calcio y fibra, superando en muchos casos a cereales como el trigo o el arroz. También es una fuente importante de vitaminas A, B y C, esenciales para el desarrollo humano.
La semilla que no pudieron (ni quisieron) modificar
Existen varias razones por las que las empresas agroquímicas no han desarrollado semillas transgénicas de amaranto:
- Complejidad genética: tiene un genoma complejo y poliploide, lo que dificulta la ingeniería genética precisa. Modificar su ADN sin afectar negativamente sus características deseables es un proceso desafiante y costoso.
- Falta de mercado: no es un cultivo comercial importante a nivel global, como lo son el maíz, la soja o el trigo. El mercado para semillas transgénicas de amaranto sería relativamente pequeño.
- Resistencia social: hay una fuerte oposición a los cultivos transgénicos en muchos países, especialmente en América Latina. Las empresas agroquímicas podrían enfrentar una fuerte resistencia social si intentan introducir semillas transgénicas de amaranto en estos mercados.
Sin embargo, algunos científicos están trabajando en el desarrollo de amaranto transgénico con características como resistencia a herbicidas o mayor rendimiento.
Mito: no es un desafío para la hegemonía agroquímica
La idea de que el amaranto tiene la capacidad de “atacar” o “debilitar” a los cultivos transgénicos es un mito sin fundamento científico.
El mito del amaranto como enemigo de los transgénicos se originó a partir de un estudio realizado en la Universidad Autónoma Chapingo de México en 2009 que encontró que podía competir con el maíz transgénico por agua y nutrientes en condiciones específicas de laboratorio. Sin embargo, no encontró que tuviera un efecto negativo en el crecimiento o rendimiento del maíz transgénico.
Un tipo de este cultivo, el ‘amaranthus palmieri’, es considerado una maleza, muy extendida, que es tolerante al glifosato, por lo que este herbicida no puede matarla. Por lo tanto, representa un símbolo de resistencia frente al agronegocio, pero no impide que sigan usando agroquímicos: pueden usar otros para tratar de evitar el cultivo y seguir fumigando.
Un símbolo de la lucha por la soberanía alimentaria
La promoción del amaranto se ha convertido en un símbolo de la lucha por la soberanía alimentaria, un movimiento que busca que los pueblos tengan control sobre sus propios sistemas alimentarios. La producción y el consumo de amaranto fomentan la autonomía de las comunidades, la diversificación de la agricultura y la recuperación de la sabiduría ancestral.
Un futuro con amaranto
El amaranto tiene el potencial de contribuir a la construcción de un sistema alimentario más justo, sostenible y resiliente. Su cultivo puede ayudar a combatir el hambre, mejorar la nutrición de las comunidades y fortalecer la economía local.
Es hora de revalorizar este grano ancestral y convertirlo en un estandarte de la lucha por la soberanía alimentaria. El amaranto no solo es un alimento nutritivo y versátil, sino también un símbolo de esperanza y un camino hacia un futuro más justo y sostenible.