✍️Este artículo fue escrito por Alejandro D. Brown, Fundación ProYungas.
Biodiversidad se refiere a la diversidad o variedad de formas vivas, sean plantas, animales, bacterias y una mezcla de todos ellos. Un tapir es parte de la biodiversidad, como lo es un árbol, un pasto, un insecto o una bacteria que enriquece nuestros suelos.
Nos movemos a partir de palabras claves que pretendemos abarquen la totalidad de lo que nos rodea, de lo que depende nuestra vida cotidiana y por supuesto nuestra supervivencia. Hace años se abría en la jerga popular la palabra “ecología” como esa palabra mágica que todo lo abarca y “ecosistema” era su reflejo técnico académico (hoy se habla hasta de “ecosistema de negocios”). Luego vino la “sustentabilidad” o sostenibilidad (como quieran decirlo…) para transformarse en la palabra o concepto englobador y que asegura la permanencia o futuro del proceso productivo. Las cosas debían ser sustentables para ser apreciadas, sin saber en la mayoría de los casos a que refería en concreto la idea. Luego irrumpe el “carbono” como un nuevo concepto asociado a sustentabilidad, pero contribuyendo además a “secuestrar” ese CO2 que está por el aire, producto de nuestras combustiones y generador del Cambio Climático. Y abriéndose paso viene la “biodiversidad”, con fuerza, como la nueva palabra o concepto que nos vincula con la sustentabilidad y los otros conceptos, que da vida y contenido a la ecología y a los ecosistemas, porque estos últimos finalmente están conformados por vida que interactúa, es decir por biodiversidad.
Palabras que se van rotando, se van jerarquizando y por supuesto, desgastando por el uso y sobre todo, por el mal uso o el abusivo uso de conceptos sin mucho contenido asociado, la mayoría de las veces.
Biodiversidad es muchas cosas, depende el contexto en que la mencionemos, de la temática a abordar y del perfil técnico de quien la utiliza y de la valoración que pretende darle al utilizarla.

Suelos y servicios en los Paisajes Multifuncionales
Por un lado, tenemos la “biodiversidad del suelo” (bacterias, hongos, microorganismos, gusanos), y todo lo necesario para darle “vida” al suelo, es decir fertilidad y por lo tanto productividad, rendimiento y si es bien cuidado, sustentabilidad en los rindes a través del tiempo.
Esta “biodiversidad” les interesa en general a los productores y sus técnicos, los agrónomos. Argentina es pionera en generar técnicas que maximicen la estabilidad y sustentabilidad del suelo a través de lo que se ha llamado “siembra directa”. Una tecnología impulsada por AAPRESID y que consiste en un paquete de medidas y herramientas que reducen la rotación del suelo y que implica el uso de herbicidas para controlar lo indeseable, la biodiversidad invasora que compite por recursos con los que nos interesa producir y finalmente la rotación de cultivos que genera heterogeneidad espacial y ayuda a la conservación de la estructura del suelo.

Dentro de este contexto de biodiversidad popular está una fracción de la misma que podemos denominar como “biodiversidad dañina” o “perjudicial”, compuesta por especies que generan daños, muchas veces de magnitud importante a la agricultura y también a la ganadería. Pueden ser especies nativas (loros, pumas, plantas invasoras) o exóticas (jabalí, ciervo axis, malezas). Con las primeras buscamos métodos a veces “naturales” o poco cruentos para controlarlas, y con los segundos utilizamos una batería de productos tóxicos y letales en su combate, en general con resultados inciertos, poco duraderos y muy limitados en el alcance geográfico. Dentro de este grupo podemos incluir a la gran variedad de agentes patógenos que afectan la salud humana y de nuestros cultivos y ganados.
Paisajes Productivos Protegidos, integrando la conservación de la biodiversidad y el desarrollo productivo
En los sistemas productivos que dominan la geografía de nuestro país, con excepción de gran parte del “Núcleo sojero”, existe una combinación interesante entre superficies destinadas a la producción intensiva y espacios silvestres, es decir de naturaleza más o menos conservada según los casos. Esta matriz mixta, es donde coexisten las distintas biodiversidades mencionadas anteriormente y es lo que denominamos “Paisajes Productivos Protegidos”. Estos paisajes tienen la virtud que están emplazados en áreas muy distintas de donde hemos emplazado gran parte de la superficie protegida de nuestro país y es en estos PPP donde habita gran parte de la biodiversidad que consideramos “en riesgo de extinción”, o al menos “vulnerables”. La presencia demostrable de esta biodiversidad popular puede ser (y de hecho lo es) un atributo de sustentabilidad de estas producciones, un atributo que el mercado puede aceptar como resultado de “buenas prácticas” productivas que potencien el interés del consumidor por estos productos originados en PPP, es decir en espacios donde naturaleza y producción coexisten.

Biodiversidad y actividades humanas están indisolublemente unidas, necesitamos ambas y se necesitan mutuamente. Necesitamos de la naturaleza para producir, pero también la naturaleza necesita de la producción para sobrevivir, al menos en los niveles de biodiversidad que conocemos hoy en día y con la cual convivimos. Sin duda nuestra existencia futura estará ligada a como manejemos estas biodiversidades en distintos contextos. Quizás uno de los mayores desafíos radica en aprender a coexistir con las mismas, generando los recursos biológicos y económicos necesarios para nuestra cotidianidad y progreso social.