Antes de la proclamación del Estado de Israel en 1948, el territorio que hoy conocemos con ese nombre, se denominaba Palestina. Pero su historia es mucho más antigua y compleja, marcada por sucesivas administraciones y una multiplicidad de identidades culturales, políticas y religiosas.
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Durante siglos, Palestina formó parte del vasto Imperio Otomano, que abarcaba buena parte del Medio Oriente. Este imperio gobernó la región desde 1517 hasta su colapso tras la Primera Guerra Mundial en 1918. En ese tiempo, Palestina no era un estado soberano como lo entendemos hoy, sino una región con poblaciones mayoritariamente árabes, musulmanas y cristianas, junto con una minoría judía que también residía allí.
A finales del siglo XIX, en medio de un creciente antisemitismo en Europa, surgió el movimiento sionista, que tenía como objetivo establecer un hogar para el pueblo judío en Palestina. Este movimiento fue formalmente lanzado en 1897 durante el Primer Congreso Sionista, liderado por Theodor Herzl, y atrajo a miles de judíos europeos que empezaron a emigrar a la región.
El mandato británico: una era de tensiones crecientes
La historia de Palestina tomó un giro radical tras la caída del Imperio Otomano al final de la Primera Guerra Mundial. En 1920, la Liga de Naciones otorgó al Reino Unido el control de Palestina bajo lo que se conoció como el Mandato Británico. Este mandato tenía la responsabilidad de preparar el territorio para la autogobernanza, pero se encontró con desafíos insuperables.
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El Reino Unido se enfrentó a una región dividida por tensiones entre los inmigrantes judíos sionistas y la población árabe palestina. Durante los años 20 y 30, la situación se complicó por las promesas contradictorias que los británicos habían hecho tanto a los árabes como a los sionistas. A esto se sumó la creciente inmigración judía, que generó fricciones con los árabes locales.
El camino hacia 1948: el plan de partición de la ONU
Las tensiones alcanzaron un punto crítico durante la Segunda Guerra Mundial. Para 1947, después de décadas de violencia intercomunitaria, el Reino Unido decidió delegar la cuestión palestina a las Naciones Unidas. La ONU propuso una partición del territorio en dos estados: uno árabe y otro judío, con Jerusalén bajo administración internacional.
Los líderes sionistas aceptaron esta resolución (181) con reticencia, mientras que los árabes palestinos y los países árabes vecinos la rechazaron. Esto marcó el preludio a la guerra que seguiría y a la creación del Estado de Israel en 1948.
El legado de un nombre: de Palestina a Israel
Aunque el Estado moderno de Israel fue fundado en 1948, su territorio, antes conocido como Palestina, tiene una historia que se remonta siglos atrás. La complejidad del pasado de esta región sigue influyendo en las dinámicas políticas y sociales de hoy en día, reflejando una rica y, a menudo, conflictiva mezcla de culturas, religiones e identidades.
El nombre “Israel”, aunque oficialmente utilizado solo a partir de 1948, está profundamente vinculado a la identidad judía y sus antiguos textos religiosos. Sin embargo, antes de ese momento, “Palestina” era el nombre con el que se conocía internacionalmente este territorio, un nombre que sigue teniendo gran resonancia política y emocional en la actualidad.