El año 2024 ha sido un parteaguas para las organizaciones de la sociedad civil en Argentina. Un viento frío recorre los pasillos de estas instituciones que, históricamente acostumbradas a navegar en aguas turbulentas, hoy enfrentan una tormenta perfecta que amenaza su misma existencia. Don Powa, analista especializado, ha plasmado en un documento crudo y revelador la magnitud de este tsunami financiero y las posibles rutas de escape.
Los números duelen. El Estado, tradicional sostén de muchas de estas organizaciones, ha cerrado literalmente la llave del financiamiento. No se trata de recortes graduales sino de un tijeretazo que llega al 50% en algunas partidas y áreas clave. “En particular, las partidas destinadas a inversión y contratos con el sector ONG se han reducido a cero. Además, el panorama para 2025 sugiere una consolidación y profundización de esta situación crítica, lo que obliga a las organizaciones a replantear esta fuente de financiamiento”, describe el estudio.
Pero el drama no termina ahí. La inflación en pesos combinada con un dólar “congelado” generó un aumento del 49% en costos operativos medidos en dólares. En concreto, y tal como señala el documento: si una organización proyectó el 1 de enero un presupuesto
mensual de u$1000 (u$12.000 anuales) y cobró esa cantidad mes a mes sin ajustes, habría necesitado u$17.882 para cubrir sus gastos. Es decir, un incremento anual de costos acumulados en dólares de 49,02% frente a lo planificado.
En este paisaje desolador, otro fenómeno comienza a hacerse visible es la diáspora del talento. Profesionales comprometidos, especialistas con años de experiencia en sus áreas, están abandonando el sector social no por falta de vocación, sino porque simplemente no pueden sostener su vida con salarios que se derriten día a día. El sector privado, con su capacidad de ajustar remuneraciones, se lleva los mejores perfiles. Las ONG se quedan no solo sin recursos económicos, sino también sin su capital humano más valioso.
Argentina, un país “caro” para la cooperación internacional
La percepción de Argentina por parte de la cooperación internacional y los donantes filantrópicos se ha deteriorado en 2024 debido a dos factores principales: el aumento en la renta media medida en dólares (Argentina pierde elegibilidad frente a países más necesitados por su “renta media” ajustada en dólares) y la percepción de un país caro para implementar programas (los crecientes costos en dólares hacen que los donantes desvíen recursos hacia países con menor costo y mayor impacto relativo).
El contexto global también contribuye a la crisis, revela el documento. “Conflictos internacionales (Ucrania, Medio Oriente) y tendencias proteccionistas han reducido las partidas de cooperación internacional en términos nominales y de prioridad política. Esto genera un doble desafío: menor disponibilidad de fondos internacionales y cambios en los enfoques globales, que relegan a Argentina y sus problemáticas locales”, detalla.
Estrategias para la supervivencia
Frente a este panorama, el informe de Don Powa no se limita al diagnóstico sino que traza posibles caminos de salida, todos ellos marcados por un denominador común: la necesidad de reinventarse.
La colaboración ya no es una opción elegante entre organizaciones similares, sino una cuestión de vida o muerte. Compartir espacios físicos, sumar esfuerzos en áreas administrativas, unir capacidades técnicas. Algunas ya lo están haciendo: cinco organizaciones ambientales que antes competían por los mismos fondos ahora comparten oficina, contador y hasta el auto para sus visitas de campo. Los ahorros les permiten seguir operando.
La búsqueda de financiamiento también está cambiando su mapa. Las tradicionales convocatorias internacionales se han vuelto esquivas, no solo porque Argentina ya no es considerada “pobre” en los estándares globales, sino porque hay crisis más urgentes en otros continentes que acaparan la atención y los recursos. Ante esto, muchas ONG están redescubriendo el potencial de su propia comunidad, lanzando campañas de micromecenazgo que conectan directamente con ciudadanos sensibles a sus causas. Otras están aprendiendo a hablar el lenguaje de las empresas, ofreciendo servicios de capacitación o consultoría en áreas donde acumularon expertise.
Quizás el cambio más profundo que propone el informe sea de mentalidad. Durante años, las ONG competían por mostrarse como las mejores, las más eficientes, las únicas capaces de resolver tal o cual problema. Hoy, la supervivencia pasa por unir fuerzas, por armar narrativas colectivas donde lo importante no es qué organización hace qué, sino cómo juntas pueden enfrentar desafíos mayores. Se trata de pasar del “ayúdenos a nosotros” al “únanse a solucionar esto”.
Lo cierto es que el país necesita más que nunca un sector social vigoroso. En un contexto donde el Estado retrocede y el mercado no llega a cubrir las necesidades básicas de millones de personas, las ONG representan muchas veces el último muro de contención ante el desastre social. Su crisis no es solo suya: es de toda la sociedad.
💌El informe invita a organizaciones, empresas y ciudadanos a debatir estas propuestas. Para acceder al documento completo o participar del diálogo, contactar a: donpowa@gmail.com.