El primer viernes de agosto se celebra el Día de la Cerveza. Este 2 de agosto de 2024 se festeja al producto cervecero y a todas las personas detrás de su producción. Pero, ¿cuál es el impacto ambiental de la cerveza?
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Según datos del Statista, la cerveza es por lejos la bebida alcohólica más consumida a nivel mundial. En 2023, se consumieron 125.000 millones de litros de cerveza. Esto ubica a la cerveza muy por delante de la sidra, la segunda bebida alcohólica más consumida, con 41.000 millones de litros.
Sin embargo, algunas etapas del proceso de fabricación de la cerveza repercuten negativamente en el ambiente. Ante esto, muchas cervecerías optan por métodos más amigables con el ambiente para permitir al usuario disfrutar de la cerveza de manera sostenible.
La cebada es uno de los 4 ingredientes principales de la cerveza, que le aporta el color, sabor, y cuerpo a la cerveza. Pero, al final del proceso productivo, los granos de cebada se descartan como un residuo llamado bagazo.
Según un estudio realizado como parte del Máster Internacional en Tecnología de Alimentos (Facultad de Agronomía de la UBA y Universidad de Parma, Italia), la industria de la cerveza artesanal genera 15 mil toneladas de bagazo al año en Argentina. En general, son residuos que terminan en rellenos sanitarios, se descomponen y emiten Gases de Efecto Invernadero (GEI).
Pero, para todo problema existe una solución creativa. A fin de reducir la huella ambiental de la bebida alcohólica más consumida en el mundo, Karim Auil Cerdán, Ingeniero en Tecnología de Alimentos y estudiante del máster mencionado, propuso la elaboración de panificados a partir del bagazo.
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“Con 120 kilos semanales de bagazo conseguimos elaborar pan lactal y tostadas con gran contenido de fibra y buenos perfiles sensoriales, sin dejar de responder a los estándares que el Código Alimentario Argentino establece para estos alimentos”, destacó el ingeniero Auil Cerdán.
Gracias a esta innovadora propuesta, diversas pymes argentinas productoras de cerveza hoy aumentan sus ingresos, aprovechan los residuos de la cerveza y reducen el impacto ambiental de esta bebida.
El lúpulo es otro de los cuatro elementos imprescindibles en la producción de cerveza. Pero su plantación demanda grandes cantidades de recurso hídrico, en un mundo donde la escasez de agua es cada vez más frecuente.
Según un estudio realizado por la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores de España (ASAJA), “El riego es imprescindible para sacar adelante este cultivo, y por lo general se hace por inundación (con excepción de alguna finca que se riega por goteo), siendo necesario regar al menos 5 veces al año con un consumo medio de agua por campaña de 7.000 metros cúbicos“.
En este sentido, la producción de lúpulo es un sumidero de agua. Estudios realizados en Washington y Oregón, dos de los mayores productores de lúpulo en EEUU, demostraron que “medio kilo de lúpulo consume entre 1100 y 1700 litros de agua dependiendo el clima local y las condiciones del terreno”, según recogió National Geographic.
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Con este problema ambiental en mente, un investigador postdoctoral de la Universidad de California en Berkeley quiso prescindir del lúpulo para hacer cerveza. Según Charles Denby, el autor de la investigación, y su compañera de posgrado Rachel Li, “El lúpulo, que da a la cerveza su amargor y sabor, es un cultivo que consume mucha agua y energía.”
Para evitar su impacto ambiental y reducir el costo de la producción de cerveza (el lúpulo es uno de los componentes más costosos), los investigadores lograron diseñar levadura de cerveza con sabor a lúpulo. En su investigación publicada en la revista Nature, los científicos demostraron que, a través de una modificación genética, la levadura diseñada produce moléculas aromáticas de monoterpenos que le dan a la cerveza su sabor a lúpulo.
Según los investigadores “La levadura modificada pudo producir una cerveza que, según un panel sensorial, tenía más lúpulo que las cervezas con lúpulo tradicionalmente.”
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