La fast fashion o moda rápida es un circuito de contaminación socioambiental. Consiste en hacer grandes volúmenes de ropa por parte de la industria de la moda, en función de tendencias innovadoras inventadas, para incentivar el consumo de manera desmedida: el cambio de temporadas estacionales y otras más, fomentan la necesidad de comprar más y más nuevas prendas para estar “a la moda” y así, descartar las anteriores. ¿Qué tiene que ver esto con el cuidado del planeta? Todo: la industria de la moda es la segunda más contaminante del mundo.
Por segundo, se entierra o quema una cantidad de textiles equivalente a un camión de basura. Hacer unos jeans requiere unos 7500 litros de agua, una cantidad que bebe una persona promedio en siete años. Estos son algunos de los escalofriantes datos de una industria que crea necesidades que no existen.
El precio de estar a la moda: lo que oculta la fast fashion
No solo genera un malestar individual con la presión de estar “fuera de moda”. Es una presión económica que, muchas veces, no depende de “querer algo nuevo”, ya que la mala calidad de las prendas obliga a volver a comprar al poco tiempo.
El circuito de los impactos socioambientales de la fast fashion es:
- Trabajo precarizado: los trabajadores que fabrican las prendas suelen trabajar de 14 a 16 horas diarias. Estos lugares donde se produce la ropa están en países como Bangladesh, India, Camboya, Indonesia, Malasia, Sri Lanka y China. Tienen salarios de miseria y hay denuncias de trabajo forzado e infantil.
- Uso desmedido de los recursos naturales: especialmente de agua, pero también la industria incentiva los monocultivos de algodón que llevan asociados el uso indiscriminado de agroquímicos. Según la Fundación Ellen MacArthur y la ONU, consume 93 000 millones de metros cúbicos de agua, lo suficiente para satisfacer las necesidades de cinco millones de personas. Un 20% de las aguas residuales del mundo provienen del teñido y el tratamiento de textiles.
- Contaminación: el rubro textil es responsable del 10% de las emisiones globales de carbono. Por año, se producen, usan y tiran millones de toneladas de ropa. Esta industria es una de las principales contribuyentes a la entrada de microfibras plásticas en los océanos.
De la fast fashion a la moda sostenible
Exigir políticas públicas es fundamental para conseguir virar de un paradigma contaminante a otro circular. Sin embargo, cada individuo puede ser un consumidor responsable y evitar lo más posible comprar cuando no es necesario.
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Hay muchas soluciones efectivas y cada vez están más en aumento, como arreglar la ropa en vez de desecharla, comprar ropa vintage, circular las prendas que ya no usan y comprar prendas que provengan de un origen sostenible: desde su producción sin agroquímicos hasta su elaboración manual sin explotación laboral. ¿El problema? Estas prendas tienen un valor más elevado porque sí tienen en cuenta que sean justos los salarios. La fast fashion, en cambio, al no contabilizar en los costos todos los impactos negativos que le hace al ambiente y a las personas, su precio sigue siendo más barato. Pero ese precio, en verdad, es falso y las consecuencias en el planeta ya lo están demostrando.