Las últimas dos transmisiones desde el mar argentino, que fueron el sábado y domingo pasados, dio que hablar y mostró la impresionante biodiversidad que habita en el lecho del océano. Gracias al robot submarino SUBastian, la población pudo acceder a imágenes asombrosas de fondo del mar: organismos nunca antes filmados en detalle, que se desplazan en la oscuridad a cientos de metros bajo la superficie, frente al talud continental. Más de 60 personas —entre las que se cuentan 25 científicos— participaron en la misión conjunta del Schmidt Ocean Institute, el Servicio de Hidrografía Naval, la Universidad de Buenos Aires (UBA) y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).
La zona investigada, que la directora de la misión calificó como una “bomba biológica”, se extiende por unos 1.500 kilómetros del talud continental y alberga un ecosistema tan rico como poco explorado.
Las profundidades revelan seres “celestiales” y otros enigmas
Durante las inmersiones, el equipo realizó varios descensos en los que pudo detenerse para observar en detalle organismos captados por las cámaras de SUBastian. A casi 500 metros de profundidad apareció un ser brillante, flotando en la penumbra, que inicialmente pareció una “serpiente de agua”. Al analizarlo, los científicos concluyeron que en realidad era una colonia de pequeños organismos del orden de los sifonóforos, cuya estructura gelatinosa les permite mantenerse suspendidos y avanzar mediante gas interno.

Otra de las criaturas llamó la atención por su forma: un cuerpo alargado, color anaranjado, parecido a un “chorizo marino” con forma de signo de interrogación. Aunque no se logró su identificación exacta, los investigadores barajan la hipótesis de que se trate de un Cirrhipathes spiralis, un coral poco conocido en aguas profundas del Atlántico y Pacífico.
Y casi como un contrapunto, apareció un “gusano de las profundidades”: un organismo rosado, recubierto por una fina “pelusa”, semi-enterrado en la arena a medio kilómetro bajo el mar. Frente a la escena, la directora de la misión recordó que allí la presión equivale a cinco mil toneladas por puerta hipotética, lo que da dimensión de las adaptaciones que esas criaturas deben desarrollar para sobrevivir.
Colores, corales y rayas: vida que desafía la penumbra
La exploración también capturó formaciones coralinas de colores intensos: violetas, naranjas y amarillas, emergiendo de la oscuridad del talud. A pesar de que la misión priorizó la toma de muestras de suelo y análisis oceanográficos, los científicos se detuvieron varios minutos para contemplar esas imágenes y comprender su valor ecológico.

En una de las inmersiones, una de las doce especies de rayas registradas en aguas argentinas apareció en cámara: la conocida como “raya pintada”, reconocible por sus manchas de leopardo y unas marcas alargadas bajo la columna. Este hallazgo fue utilizado para subrayar la vulnerabilidad de estos animales frente a la pesca incidental y cambios en las corrientes oceánicas.
Una vez concluida la expedición —que debió acortarse por mal tiempo—, los investigadores regresaron al puerto de Buenos Aires con una carpeta de imágenes y datos que prometen alimentar nuevos estudios sobre uno de los ambientes marinos más productivos del planeta.













