En un mundo en constante cambio, las teorías conspirativas están a la orden del día. El prestigioso medio The Guardian aborda sin desperdicio la relación entre el freno a la investigación climática y las conspiraciones. ¿Qué cuenta?
Una historia de larga data
Según explica The Guardian, todo comenzó en el siglo IX, cuando el escritor y prelado español, ilustrador del imperio carolingio y más tarde obispo de Lyon (en 813), St Agobard de Lyon escribió un tratado llamado a Hail y Thunder (Granizo y Truenos) atacando la superstición popular de que los magos podrían llamar a las tempestades a voluntad. “Curiosamente, a estos magos supuestamente fueron pagados por marineros aéreos de la tierra de Magonia, que navegaron en las nubes y recolectaron los cultivos destruidos por granizo y tormentas”, señala el artículo redactado por David Hambling.
Agobard se inspiró en la autoridad bíblica, citando pasajes que “revelan” que solo el poder divino podría controlar el clima. Pero también usó la lógica, preguntando sarcásticamente por qué supuestos detonadores de tormenta no mataron a sus enemigos con granizo gigante, o pusieron fin a las sequías con torrenciales lluvias.
Más tarde, cuenta el periódico, el rey James I (James VI de Escocia) continuó con la obsesión de aquellos “paganos” que se creían capaces de controlar el clima. El rey arrestó, torturó y ejecutó a decenas de brujas por llamar a la tormenta que casi destruyó su barco cuando navegó a casa desde Escandinavia en 1590.
¿Qué tiene que ver la historia medieval con la actualidad?
Varios estados de EE. UU., motivados por teorías de conspiración sobre huracanes creados por el gobierno y otros desastres climáticos, se están movilizando para criminalizar experimentos atmosféricos.
Tal como indica el medio Phys.org, “en Kentucky, el legislador republicano John Hodgson presentó un proyecto de ley porque sus electores no quieren permitir ningún intento del gobierno de modificar la radiación solar o el clima”.
El año pasado, Tennessee fue el primero en aprobar una ley que prohíbe la siembra de nubes. Dichas leyes podrían prevenir la investigación meteorológica legítima, así como la alimentación de la paranoia sobre los químicos y otras amenazas que son tan imaginarias como la tormenta.
*Fuente: The Guardian