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¡No mueren, se multiplican!: Ellos son los defensores ambientales que dieron su vida en la Misión de la Laudato Sí

Porque el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará” Lucas 9:24

A pocos días de la Solemnidad de todos los Santos queremos recordar el llamado del Papa Francisco a orar por los Santos de la puerta de al lado, “los que no están en el índice de los Santos pero se han santificado en el día a día o en el martirio” (Gaudete et exhultate, 2018). Muchos de ellos son mártires Laudato Sí y tienen rostro de defensores ambientales.

En los últimos dos meses del 2024, Juan López (Honduras), Gerardo Keimari (Perú), Francisco Pop (Guatemala) y el sacerdote Marcelo Pérez (México) se sumaron a los más de 2.106 defensores ambientales que desde 2012 han sido asesinados a nivel mundial (DW, 2024). De acuerdo con los reportes, el 85% de estos casos ocurren en Latinoamérica y son crímenes que buscan silenciar las voces de líderes comunitarios que luchan por el bien común.

Las muertes de estos hermanos no son hechos aislados ni circunstanciales, son sistemáticos y estructurales. Tampoco es casual el perfil que comparten: hombres, campesinos e indígenas, de sectores rurales y empobrecidos de la sociedad. Sus muertes son el resultado de la colusión entre empresas extractivas (locales y transnacionales), actores ilegales (crimen organizado, narcotráfico), políticos, aparatos de seguridad del Estado (FFAA, Policía), empresas de seguridad privada, entre otros, que se benefician del mantenimiento de un sistema colonizador, fundamentado en la muerte, la desigualdad y la explotación de nuestra Hermana Madre Tierra. 

Juan, Gerardo, Francisco y Marcelo, señala el Manifiesto escrito entre MLS y REMAM, “no son simples nombres en una estadística, ni un número más”. Fueron, son y serán profetas de voz potente, pregoneros de libertad y justicia y soñadores de un Reino de paz para el pueblo. Paz, que desde la propia mirada de Marcelo Pérez, “es más grande que la muerte, que las amenazas y que la propia vida”.

¿Cómo leer sus vidas y su muerte, a la luz de la Encíclica Laudato Si?

Para quienes somos cristianos/as, la vida de estos defensores ambientales es una de las mayores expresiones de amor y coherencia. Sangre de mártires, semillas de libertad y de nuevos cristianos comprometidos con la causa del Reino.

Ellos son un testimonio del amor que San Francisco de Asís predicó: un amor que no se limita a los seres humanos, sino que abarca a toda la Creación. En su Encíclica Laudato Si’ el Papa Francisco nos recuerda que la crisis climática no es solo un problema ambiental, sino social y moral; es fruto de una cultura del descarte que reduce tanto a la naturaleza como a las personas a simples objetos de consumo. Ellos, en cambio, escucharon el “clamor de la Tierra, de los pobres” y del agua, supieron reconocer al Verbo encarnado, aquel que sigue ayudándonos a salvar lo que aún nos queda, porque Cristo restaurador de la Creación entera sigue haciendo camino con su pueblo, es el pueblo.

Queridos Juan, Gerardo, Francisco y Marcelo, que el regreso a la casa de Dios Padre y Madre les sea leve, como semillas en tierra fértil los encontraremos en la cosecha del maíz, el cacao, la yuca; en el sol, la brisa, el quetzal, el colibrí, en los ríos que defendían, en el espíritu de la selva, en los bosques. Siendo territorio, la identidad misma constituida en comunión con la montaña y convertida en historia”, tal como señalaba el pueblo Rarámuri. Ustedes no mueren, se multiplican y son millones.

Renacen en cada creyente, en cada católico/a, en cada animador Laudato Si’ que se convierte en custodio de la Creación, construye estilos de vida sencillos y pierde el miedo a denunciar las injusticias. 

Las personas y los territorios son lugares teológicos (donde Dios se manifiesta) así también, a través de los mártires, Dios nos habla, desde su sangre que clama al cielo. A ti creyente, ¿Qué te dice Dios en esta realidad? ¿A qué te compromete?

En medio del dolor, entre el nudo en la garganta y las lágrimas por la impotencia, nos queda aún el aliento, el Espíritu que nos mueve a luchar por la paz sin armas, defender la vida en medio de tanta muerte, resistir pacíficamente y construir un camino de ternura y compromiso con la misión de sanar el mundo herido.

Alabado seas mi Señor por Juan, Gerardo, Francisco, Marcelo y todos los cuidadores/as de la Casa Común que llevan la Laudato Si’ a su vida y no callan, pues cuando el ser humano calla, gritan los árboles, los ríos, los bosques, el viento, el mar. La naturaleza grita.

*Este artículo fue escrito por Cristina Chuquimarca Mosquera, Eduardo Robert, Noel Ortiz, Anderson Pineda. Movimiento Laudato Si’, Iberoamérica – Red Eclesial Ecológica Mesoamericana REMAM. Para conocer cómo ser un animador Laudato Sí, busca mayor información aquí.

Redacción EcoNews

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