El 10 de agosto pasado, un video que se difundió ampliamente en los medios argentinos mostraba una fila de camiones transportando cinco enormes módulos circulares por una carretera con destino al puerto de Shanghai, China. Según los informes, estos módulos corresponden a dos de las cinco turbinas que se instalarán en la represa Jorge Cepernic, una de las dos centrales hidroeléctricas previstas en el extremo sur de la Patagonia argentina.
Este suceso volvió a poner en el centro de la atención pública uno de los proyectos de ingeniería más ambiciosos y polémicos que Argentina ha emprendido en las últimas décadas: la construcción de dos centrales generadoras de energía hidroeléctrica, la represa Cepernic y la represa Kirchner, ubicadas en el río Santa Cruz, el único en Argentina que fluía sin obstáculos desde los glaciares andinos hasta el océano Atlántico.
Aunque concebido en la década de 1950, el proyecto de las dos represas no se inició oficialmente hasta 2007 y ha enfrentado numerosos obstáculos desde entonces, retrasando su construcción hasta 2015. La represa Néstor Kirchner, también conocida como Cóndor Cliff, con una altura de 73 metros, cruzará el río a 180 km al oeste de la ciudad de Puerto Santa Cruz, mientras que la represa Jorge Cepernic, de 41 metros y también llamada La Barrancosa, se ubicará 65 km aguas abajo. En conjunto, las aguas retenidas inundarán aproximadamente 47,000 hectáreas de una meseta fría, ventosa y con escasas precipitaciones, pero rica en vida animal y vegetal.
Las empresas a cargo del proyecto, la constructora china Gezhouba Group, con el 70% de las acciones, y las argentinas Eling e Hidrocuyo, con el 20% y el 10%, respectivamente, argumentan que las centrales ofrecen múltiples beneficios, como la generación de energía renovable, la reducción de la importación de combustibles fósiles, un aumento del 15% en la producción de energía hidroeléctrica en el país y la creación de empleo.
A pesar de estas afirmaciones, numerosas voces se han alzado en contra del proyecto, cuestionando sus ventajas y su impacto ambiental, lo que ha dado lugar a un conflicto no resuelto. Iniciado entre 2007 y 2008, el proyecto ha llegado a ser objeto de disputa en la Corte Suprema, que debe tomar una decisión sobre una serie de demandas que buscan detener la continuación de las represas, a pesar de que las obras ya han avanzado más de un cuarto de su ejecución.
El río Santa Cruz, un entorno delicado
El río Santa Cruz es el desagüe de una cuenca de 25,000 kilómetros cuadrados que incluye dos grandes lagos, el Argentino y el Viedma, y numerosos glaciares que forman parte del Campo de Hielo Patagónico Sur, la tercera reserva de hielo más grande del planeta. Expertos advierten que el derretimiento acelerado de este sistema de hielo puede plantear problemas de seguridad y capacidad para las represas de Kirchner y Cepernic.
Un reciente estudio reveló un retroceso en el glaciar Perito Moreno, ubicado a unos 170 km al oeste de la represa Kirchner, que ha llevado a preocupaciones sobre su vulnerabilidad. La pérdida de hielo en 28 glaciares de la cuenca del Santa Cruz entre 1978 y 2018 ha sido significativa, y el retroceso del glaciar Viedma es alarmante desde 2015.
Guillermo Tamburini, geógrafo, glaciólogo y cartógrafo, destaca la incertidumbre en la dinámica hídrica y el riesgo de eventos catastróficos debido al cambio climático y al deshielo acelerado. “No está clara cuál va a ser la dinámica hídrica en este proceso de calentamiento global y deshielo acelerado. Tampoco qué eventos catastróficos pueden llegar a ocurrir”, dijo.
El impacto ambiental de las represas
Las preocupaciones ambientales sobre las represas incluyen la degradación de sistemas acuáticos, erosión del río, descomposición de biomasa y suelos inundados, aumento de emisiones de metano y afectación de sumideros de carbono. Además, la construcción de las represas y el tendido eléctrico de 170 kilómetros para conectarlas con la red eléctrica nacional podrían llevar a la extinción de especies emblemáticas y causar daños culturales y sociales a las comunidades indígenas de la región.
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A pesar de los intentos de los promotores del proyecto para abordar estas preocupaciones, se han enfrentado a críticas continuas. El plan de compensación ambiental por los impactos no mitigables del proyecto ha sido objeto de controversia, y se ha cuestionado la necesidad y la viabilidad de las represas en un contexto donde la inversión en la mejora de la red de distribución eléctrica podría ser más prioritaria.
A pesar de los retrasos en la construcción, se estima que las represas en la Patagonia podrían concluir en 2027 o 2028, superando ampliamente las fechas originales de inauguración. La incertidumbre técnica y económica podría ser la única forma de frenar el proyecto en curso.
*El autor del artículo original es Rodolfo Chisleanschi y fue publicado por primera vez en Diálogo Chino.