Desde su independencia compartida y traumática en 1947, India y Pakistán han librado guerras, escaramuzas fronterizas y una carrera armamentística que hoy amenaza no solo la estabilidad del sur de Asia, sino la seguridad global.
Es que este miércoles por la madrugada, India bombardeó algunas zonas de Pakistán ( Bahawalpur, Kotli y Muzaffarabad) dejando al menos 3 muertos y 12 heridos. El argumento del ataque indio: “focos terroristas en el país vecino“. Sin embargo, el trasfondo es de larga data: una partición que dejó más de un millón de muertos y 15 millones de desplazados; la disputa por el control territorial de Cachemira y la dependencia de Pakistán del agua de los ríos que hoy depende en su mayoría de la administración india.
En el centro de este conflicto latente se encuentra un arsenal nuclear (casi 350 ojivas nucleares entre ambos Estados) que, aunque nunca ha sido empleado en combate, se ha convertido en una alarma mundial por su potencial uso en este conflicto en escalada.
India: la potencia nuclear que duda de su propia doctrina
India fue la primera en desarrollar la energía atómica con fines militares. Su primera prueba, bautizada como Smiling Buddha en 1974, marcó el inicio de una carrera que buscaba contrarrestar la influencia de China y, más tarde, la de Pakistán. Durante décadas, Nueva Delhi mantuvo una política de No First Use (NFU), prometiendo no emplear armas nucleares a menos que fuera atacada primero. Sin embargo, esa doctrina ha comenzado a resquebrajarse.
En 2019, altos funcionarios indios sugirieron revisar la NFU, especialmente tras ataques como el de Pahalgam, atribuido a grupos respaldados por Pakistán. En la actualidad, India posee alrededor de 172 ojivas nucleares y ha desarrollado una triada nuclear completa: capacidad de lanzamiento terrestre (misiles balísticos como el Agni-V, con alcance de más de 5.000 km), aérea (aviones como el Rafale) y submarina (el INS Arihant). Esta versatilidad convierte a India en una potencia atómica formidable, pero también alimenta la paranoia de su vecino.

Pakistán: la estrategia del “primer golpe” y las armas tácticas
Por su parte, Pakistán comenzó su incursión nuclear en 1998 como forma de protegerse a la “amenaza india”. A diferencia de Nueva Delhi, Islamabad nunca adoptó una política de No First Use. Por el contrario, ha desarrollado armas nucleares tácticas (misiles de corto alcance como el Nasr) diseñadas para ser usadas en el campo de batalla como contrapeso a la superioridad convencional india.
Actualmente, Pakistán cuenta con unas 170 ojivas, pero su programa avanza a un ritmo acelerado: se estima que podría alcanzar las 250 para 2025. Su estrategia se basa en la disuasión asimétrica: si India lanza una ofensiva convencional masiva, Pakistán podría responder con un ataque nuclear limitado. Este enfoque, aunque busca evitar una guerra total, aumenta el riesgo de escalada.
Pese a las estadísticas y performance de cada país lo más preocupante es la precariedad de los sistemas de control. India mantiene sus armas bajo un mando militar centralizado, pero Pakistán opta por almacenar ojivas y misiles por separado, teóricamente para evitar lanzamientos impulsivos. Sin embargo, esta descentralización no garantiza seguridad.
Un estudio de la Rutgers University (2019) advirtió que incluso un intercambio nuclear limitado entre ambos países podría matar a más de 100 millones de personas en cuestión de días. Además, y según informa un artículo de National Geographic España sobre el tema, “el humo de las ciudades incendiadas desencadenaría un invierno nuclear, reduciendo las temperaturas globales y provocando hambrunas que afectarían a más de dos mil millones de personas”.
*Fuente: National Geographic España