Con la muerte del Papa Francisco a los 88 años, el mundo no solo despide a un líder espiritual que revolucionó la Iglesia Católica con su humildad y compromiso con los marginados, sino también a uno de los grandes defensores globales del ambiente. Su encíclica Laudato si’ (2015) se convirtió en un manifiesto pionero que fusionó fe, ciencia y justicia climática, inspirando a creyentes y activistas por igual. Mientras líderes internacionales destacan su legado de “consenso por un mundo más justo“, su voz profética sobre la ecología resuena con urgencia en un planeta en crisis.
De Buenos Aires al Vaticano: los orígenes de una conciencia verde
Nacido en el seno de una familia de migrantes italianos en Argentina, Jorge Mario Bergoglio forjó su sensibilidad social y ambiental en las periferias. Como arzobispo de Buenos Aires, criticó la contaminación del Riachuelo y la desigualdad urbana, pero fue su elección como Papa en 2013 la que catapultó su mensaje ecológico. En Laudato si’, documento histórico, denunció el “antropocentrismo despótico” y llamó a una “conversión ecológica” basada en la interdependencia entre humanos y naturaleza: “Todo está conectado”, repetía.
Su enfoque no fue abstracto: vinculó el calentamiento global con la pobreza, señalando que los más vulnerables —como los migrantes climáticos— sufren las consecuencias de un sistema económico depredador. “La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”, escribió. Estas ideas las llevó a foros globales, desde su discurso en la ONU (2015) hasta su apoyo al Acuerdo de París.
Un pontificado verde: acciones más allá de las palabras
Francisco practicó lo que predicó. Impulsó la “ecología integral” en el Vaticano: instaló paneles solares, inauguró el primer papamóvil 100% eléctrico, eliminó plásticos de un solo uso y declaró el compromiso con la neutralidad de carbono de la Santa Sede hacia 2050.En 2020, añadió el “cuidado de la creación” a los principios de la doctrina social de la Iglesia. Su alianza con científicos —como el climatólogo Hans Joachim Schellnhuber— y líderes indígenas (recibió a representantes de la Amazonía en el Sínodo de 2019) mostró su voluntad de tender puentes entre fe y ciencia.
Sin embargo, su postura le granjeó críticas. Sectores conservadores le acusaron de “politizar” el Evangelio, mientras algunos gobiernos —como el de Donald Trump— ignoraron sus advertencias. Pese a ello, su influencia fue innegable: en 2023, su exhortación Laudate Deum amplió el llamado a actuar ante la “emergencia climática”, criticando la “deuda ecológica” del Norte Global.
Tras su fallecimiento, figuras como el presidente argentino Javier Milei —con quien tuvo tensiones— decretaron luto nacional, mientras el Rey Felipe VI elogió su “lucha por un mundo solidario”. Organizaciones ambientales como Greenpeace recordaron su “liderazgo moral”.
En el Vaticano, su legado ecológico podría influir en el próximo cónclave. “Francisco dejó claro que la crisis climática es un tema doctrinal, no opcional“, señaló el cardenal africano Dieudonné Nzapalainga, uno de sus aliados. Sin embargo, la Iglesia enfrenta un debate interno: mientras progresistas piden más acción, tradicionalistas priorizan otras agendas.