✍️Lucía Lopreiato, directora de EcoNews, enviada especial a Sevilla.
¿Cómo puede un país reducir la pobreza, proteger sus bosques, electrificar hogares con energía limpia y al mismo tiempo pagar su deuda externa? Esa es la pregunta de fondo que sobrevuela la Cuarta Conferencia sobre Financiamiento para el Desarrollo (FFD4), que se celebrará el 1 y 2 de julio en Sevilla, España, en medio de un escenario bélico mundial.
Después de casi una década sin reuniones de este tipo, la comunidad internacional se vuelve a sentar a la misma mesa para intentar rediseñar las reglas del financiamiento global, en un contexto marcado por las crisis superpuestas: climática, económica y social.
El objetivo central: cerrar la enorme brecha de recursos que separa a los países del Sur Global de las metas acordadas por la comunidad internacional.
Según Naciones Unidas, faltan 4 billones de dólares anuales para cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), una agenda que incluye desde el acceso al agua hasta la transición energética. La mayoría de los países del Sur no puede cubrir ese costo sin endeudarse o resignar inversión social. Y en muchos casos, ya están demasiado endeudados.
Una mesa con muchos actores (y tensiones)
Sevilla será el punto de encuentro de gobiernos, bancos multilaterales, agencias de cooperación, organizaciones sociales y también el sector privado. Pero el clima no será del todo armonioso.
Estados Unidos ya planteó objeciones a compromisos que incluyan el enfoque de género, el financiamiento climático obligatorio o cambios en el sistema tributario global.
Mientras tanto, países del Sur Global —como Colombia o Kenya— llegarán con reclamos concretos: condonación o reestructuración de deudas, nuevas reglas para calificar el riesgo crediticio, y la creación de fondos financieros que no asfixien a los países pobres.
¿Qué se va a discutir?
Entre los ejes centrales del encuentro se destacan:
- La “Plataforma de Sevilla”: una iniciativa que busca que países, organismos y empresas se comprometan con acciones concretas y medibles, más allá de los discursos.
- La reforma del sistema financiero internacional: muchos países piden democratizar los espacios de decisión donde hoy dominan las economías más ricas.
- El rol de la inversión privada: cómo atraer fondos sin perder soberanía, y con impacto social y ambiental real.
- La justicia fiscal global: eliminar paraísos fiscales, frenar la evasión y evitar que las multinacionales tributen solo donde les conviene.
- La protección social como prioridad: ampliar el financiamiento de salud, educación y cuidado como estrategia de desarrollo —y no como gasto.

La herencia de tres cumbres y una deuda pendiente
No es la primera vez que el mundo se sienta a hablar de cómo financiar el desarrollo. Antes de Sevilla hubo tres encuentros claves:
- Monterrey (2002): inauguró el proceso y sumó por primera vez al sector privado como actor del desarrollo.
- Doha (2008): se dio en plena crisis financiera global y reforzó el llamado a proteger el gasto social.
- Addis Abeba (2015): marcó el comienzo de la Agenda 2030 y promovió la inversión sostenible, la innovación tecnológica y el financiamiento climático.
Pero en los hechos, muchos compromisos quedaron en el aire. Y la situación se volvió más crítica. A la desigualdad estructural se le sumaron la pandemia, los conflictos armados y los efectos devastadores del cambio climático. Hoy, más de 3.000 millones de personas viven en países que destinan más dinero al pago de deuda que a salud o educación.
Sevilla será, para muchos, una prueba de fuego para el sistema multilateral. O bien logrará sentar las bases de un nuevo contrato global de cooperación económica, o se convertirá en una nueva cumbre de buenas intenciones.El escenario no es sencillo, pero la urgencia es real. Y lo que está en juego no es menor: cómo se financia el futuro, quién lo decide y quiénes quedan afuera.