En el mundo de las plantas, la supervivencia depende de estrategias ingeniosas. Un estudio reciente publicado en Science revela un fascinante engaño evolutivo: algunas plantas han desarrollado olores repulsivos para atraer a los polinizadores adecuados y asegurar su reproducción. Dirigido por el biólogo evolutivo Yudai Okuyama, la investigación desentraña cómo un gen, originalmente destinado a la desintoxicación, ha mutado para producir fragancias desagradables que engañan a ciertos insectos.
Este fenómeno no solo desafía la idea tradicional de que las flores deben ser atractivas en todos los sentidos, sino que también ilustra la complejidad de las interacciones ecológicas.
El arte del engaño químico
Durante siglos, se asumió que las flores dependían de colores vibrantes y aromas dulces para atraer abejas, mariposas y otros polinizadores. Sin embargo, el género Asarum —plantas conocidas como “jengibres silvestres“— ha adoptado un enfoque opuesto: emiten olores fétidos que imitan el hedor de materia orgánica en descomposición. Compuestos como el dimetil disulfuro (DMDS) y el dimetil trisulfuro, comúnmente asociados con la podredumbre, son liberados para atraer moscas y otros insectos necrófagos.
“Es un caso claro de mimetismo químico“, explica Okuyama. “Las flores no ofrecen alimento, sino que explotan las preferencias olfativas de insectos que buscan lugares para poner sus huevos”. Al confundir a estos visitantes, las plantas logran que transporten polen sin necesidad de recompensarlos con néctar.
El estudio identificó que la producción de DMDS está vinculada a un gen de la familia de proteínas de unión al selenio, originalmente involucrado en procesos metabólicos para neutralizar toxinas. “Este gen ha evolucionado para generar compuestos volátiles malolientes en lugar de descomponerlos”, señala Okuyama. La mutación permite a las flores de Asarum emitir señales químicas que atraen a polinizadores específicos, como moscas de la familia Phoridae.
Pero lo más intrigante es que este mecanismo ha surgido de manera independiente en distintas especies de plantas, un fenómeno conocido como evolución convergente. “Presiones ecológicas similares —como la escasez de polinizadores tradicionales— han llevado a linajes distantes a desarrollar soluciones parecidas”, comenta el biólogo.
Ventajas ecológicas del “mal aliento” floral
En un ecosistema donde la competencia por los polinizadores es feroz, producir olores desagradables puede ser una ventaja. Mientras la mayoría de las flores compiten por abejas o mariposas, las especies malolientes apuestan por un nicho desatendido: insectos que evitan las fragancias dulces.
Además, estos olores actúan como filtros. “Atraen solo a los polinizadores eficientes y disuaden a herbívoros o visitantes que no contribuyen a la polinización”, destaca Okuyama. En otras palabras, el aroma a podrido funciona como un sistema de seguridad y selección.
El estudio no solo amplía nuestro entendimiento de la coevolución entre plantas e insectos, sino que también tiene potencial aplicativo. Comprender cómo las plantas manipulan químicamente a sus polinizadores podría inspirar nuevas estrategias agrícolas, como el desarrollo de atrayentes orgánicos para cultivos que dependen de polinizadores específicos.
*Fuente: efeverde.com