La posibilidad de que Argentina implemente un proyecto de desarrollo que enfrente la crisis climática y plantee la transición energética como política central se está desvaneciendo rápidamente. Sin presupuesto para la agenda de cambio climático, sin financiamiento adecuado a la ciencia y tecnología, y sin inversiones debido a la negativa del gobierno de adherir a la Agenda 2030, resulta difícil imaginar un futuro en el que Argentina no solo pueda enfrentar estos desafíos, sino también desarrollar su economía y mejorar la calidad de vida de su población.
Argentina tenía la posibilidad de recibir importantes inversiones en tecnología pero empresas como Google decidieron invertir US$850 millones en Uruguay y, otras compañías como las de Marcos Galperin, prefieren dirigir sus capitales a Brasil o Chile. Por otro lado, se anunció que Petronas no será inversor para la planta de GNL de Río Negro, problemático porque es una planta muy importante para el país. Ahora YPF debe buscar a quienes puedan invertir en un país con riesgo.
Aunque se acaba de aprobar el Régimen de Incentivos a las Grandes Inversiones (RIGI), las anheladas inversiones no están llegando.
Esto no solo responde a problemas económicos estructurales, sino también al negacionismo del cambio climático que el actual gobierno promueve. Muchas empresas y financiadores internacionales consideran que Argentina no es un lugar seguro para invertir si no cumple con los estándares internacionales en protección del medio ambiente. La reciente declaración de un alto funcionario argentino deseando “contaminar más” como sinónimo de industrialización no ha ayudado. En un contexto global donde la descarbonización es un pilar del comercio internacional, estos comentarios generan preocupación en inversores que priorizan la sostenibilidad.
El cambio climático es un fenómeno real y está ampliamente documentado. El Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) afirma que es inequívoco que las actividades humanas han calentado la atmósfera, el océano y la tierra, lo que ha provocado cambios rápidos y generalizados en todo el sistema climático. Ignorar estas advertencias no solo compromete el futuro del país, sino que también lo aísla de las oportunidades económicas internacionales que promueven la transición verde.
Un país que niega el cambio climático se queda al margen del mundo, sin poder integrarse plenamente al comercio internacional ni avanzar hacia una transición energética justa. Sin inversiones, no hay ni mitigación, ni adaptación, ni desarrollo. Aquellos países que no se adapten a esta nueva realidad global enfrentarán graves consecuencias económicas y sociales.
(Leé más: Para el Gobierno de Milei, “no es cambio climático, sino impacto climático”)
Al ya complicado panorama se suma el desfinanciamiento de la ciencia y tecnología, que amenaza directamente el desarrollo de Argentina y su capacidad para hacer frente a la crisis climática y ejecutar una transición energética efectiva, la Red Argentina de Investigadores y Científicos (RAICYT) ha advertido que el sistema Científico y Tecnológico Nacional está en una crisis sin precedentes tras seis meses de gestión del presidente Milei, poniendo en riesgo su sostenibilidad a largo plazo.
Uno de los problemas más graves es la parálisis de ingresos al CONICET. Desde la asunción del nuevo gobierno, no se han realizado nuevas incorporaciones a las Carreras de Investigador Científico (CIC) ni de Personal de Apoyo (CPA), lo que ha intensificado la fuga de cerebros hacia el exterior. Las becas doctorales y posdoctorales también han sufrido recortes dramáticos: de las 1300 becas doctorales comprometidas en 2023, solo 900 fueron efectivizadas, un recorte superior al 30%. Las becas posdoctorales se redujeron de 800 a 500, lo que representa un golpe considerable para la formación de nuevos investigadores.
Sectores clave como la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología, el INTI y la CNEA también han sido afectados por despidos masivos de hasta un 15% del personal administrativo. Proyectos emblemáticos como el CAREM y el RA-10 están paralizados, y la ejecución del presupuesto destinado a ciencia y tecnología ha sido mínima, con menos del 5% del presupuesto anual ejecutado, en un contexto de inflación superior al 300%.
La fuga de cerebros y la depreciación salarial —con pérdidas del 25% al 35% en el poder adquisitivo de los sueldos— han debilitado el sistema científico, afectando el futuro económico y tecnológico de Argentina. Los países que hoy lideran la economía mundial han apostado por la investigación y el desarrollo como pilares de su crecimiento. Sin una inversión adecuada en estos campos, Argentina seguirá dependiendo de la tecnología extranjera y verá frustradas sus posibilidades de emerger como un actor clave en la economía verde global.
Finalmente, el presupuesto nacional de 2025 presentado por Javier Milei muestra una reducción significativa en los recursos asignados a la lucha contra el cambio climático. Esta política refleja la postura negacionista del gobierno, que ha sido consistente al referirse al cambio climático como una “mentira del socialismo”. A diferencia de años anteriores, donde se asignaban partidas específicas para proyectos de mitigación y adaptación, el presupuesto actual evidencia recortes o la ausencia total de fondos clave.
Esto no solo refleja el desinterés de la administración actual por abordar el cambio climático, sino que compromete el cumplimiento de las obligaciones ambientales internacionales de Argentina, lo que puede tener graves repercusiones en su sostenibilidad y su reputación en la comunidad internacional.
La propuesta presupuestaria de 2025 contempla una reducción del 50% en términos reales en partidas destinadas a medio ambiente, comparado con 2024. Esto afecta directamente áreas como la transición energética, el manejo de incendios y el saneamiento de recursos como el Riachuelo. Los fondos destinados a la transición energética apenas alcanzan un 1,6% de lo que se había asignado originalmente, lo que pone en duda cualquier avance real en este ámbito.
Es así como la combinación del negacionismo al cambio climático y la falta de inversión en ciencia y tecnología no solo frena el progreso de Argentina, sino que inevitablemente la hará retroceder. En un mundo donde los países avanzan hacia la descarbonización, la innovación tecnológica y la sostenibilidad, Argentina se encuentra en una situación crítica. El desfinanciamiento y la negación de los desafíos climáticos no solo impiden la adaptación y mitigación de sus efectos, sino que también aíslan al país de oportunidades económicas globales que podrían fortalecer su desarrollo.
Si Argentina sigue ignorando la ciencia y la realidad climática, no solo perderá la posibilidad de insertarse en la nueva economía verde, sino que comprometerá el bienestar de sus habitantes, el futuro de su industria y su capacidad para competir en un escenario internacional cada vez más demandante. Sin ciencia no hay desarrollo, y sin una estrategia seria frente al cambio climático, no hay futuro.
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