Hace unos días me crucé con el documento de Fundar “El potencial dinámico de los recursos naturales“, y con la página asociada al proyecto sobre Complejidad económica verde y no puedo parar de pensar en la importancia que tiene para el futuro de la economía argentina. En un mundo que se encuentra atravesando la transición energética, nuestro país tiene una oportunidad única para construir una economía de alto impacto y redefinir su rol en el escenario global.
Sin embargo, esto requiere un cambio de paradigma: tenemos que dejar atrás la idea de extraer y exportar recursos naturales, y sumar a la ecuación la creación de un sistema productivo que agregue valor y complejidad a nuestra oferta exportadora. Capitalizar este potencial requiere de políticas públicas activas y de una visión estratégica de desarrollo productivo.
Mientras más diversa es la cantidad de productos que genera un país, hay más probabilidades de que entre ellos existan productos más complejos, que pocos países hacen. Esto es lo que se menciona en el trabajo como complejidad económica: la capacidad de producir y exportar productos difíciles y poco comunes de hacer. Además, los países con capacidad de producir y vender productos “difíciles”, también suelen tener la capacidad de producir y vender productos “fáciles” (con menos complejidad), por lo que pueden tener una matriz productiva muy diversa, con muchos productos adentro, mejorando sus exportaciones y potenciando su crecimiento.
Argentina cuenta con recursos y capacidades que, en el nuevo escenario global orientado a la transición energética, se posicionan como estratégicos y de alta demanda, como el litio, el gas natural, la energía nuclear, el viento de la Patagonia o la energía solar del Norte Grande. El gran desafío de nuestro país está en transformarlos para generar productos de mayor valor agregado o con mayor capacidad de exportación, como celdas de litio, tecnología de almacenamiento (baterías), Gas Natural Licuado (GNL), turbinas para la generación de electricidad, reactores nucleares, aerogeneradores de potencia alta o media o la fabricación de palas para desarrollos eólicos.
El rol del Estado y de empresas públicas como planificadores estratégicos a largo plazo y líderes de mercado es crucial para alcanzar estos objetivos. YPF es un jugador central en el mercado de hidrocarburos, siendo partícipe necesario de lo que fue el puntapié inicial de lo que hoy representa Vaca Muerta para la economía argentina. En este sentido, YPF Luz e Y-TEC tienen potencial para posicionarse como líderes en innovación en energías renovables y el desarrollo de tecnología asociada.
A su vez, resulta fundamental aprovechar el recorrido ya realizado en diversos campos vinculados a la transición energética, como nos demuestra la historia de IMP S.A. e INVAP S.E. y sobre cómo Argentina puede competir en tecnología de punta cuando se apuesta a políticas de fortalecimiento industrial.
Asimismo, resulta fundamental el fortalecimiento de las asociaciones público-privadas que articulen las inversiones vinculadas a recursos naturales con el entramado productivo local y fomenten una transferencia de conocimiento que impacte en todas las etapas de la cadena de valor. Las inversiones no pueden ser islas que se limiten a la explotación y exportación de recursos naturales sin conexión con la economía local. La conexión de las inversiones con la industria local puede generar un círculo virtuoso de generación de empleo, transferencia tecnológica y fortalecimiento de capacidades locales.
(Leé más: Yo los quiero a los dos: asociaciones público – privadas para la transición energética)
La transición energética es también un camino hacia una economía compleja y sofisticada, donde los países que lideran son aquellos que logran diversificar sus productos y producir bienes y servicios que requieren conocimientos específicos, habilidades técnicas y capacidades industriales avanzadas. Argentina tiene todos los elementos para dar ese salto cualitativo y convertirse en un actor central en este nuevo modelo, pero necesita de una estrategia clara y un compromiso que incluya no solo el desarrollo de sus recursos, sino una industrialización verde basada en fomentar el valor agregado y la creación de empleo en cantidad y calidad.
Apostar a la complejidad en nuestra matriz productiva no es un desafío menor, pero es la vía hacia un crecimiento económico integral y duradero. Convertirnos en un actor relevante en la transición energética es una oportunidad única para ser un país competitivo en los mercados internacionales, potenciar nuestro crecimiento y mejorar la calidad de vida de todos los argentinos.
*Este artículo fue redactado por Camila Herrero-Especialista en Investigación del Laboratorio para la Transición Energética.